En una casa ubicada en el centro poblado de Timbío – Cauca, reposan grandes recuerdos, cuadros, fotografías, libros pero también, se escribe una nueva historia en las coloridas agendas inspiradas en la cultura de los pueblos originarios. Allí, Jesús Palechor y su familia han construido un espacio acogedor que guardia en su esencia esa herencia dejada por el mayor Juan Gregorio Palechor, pues, como comenta su hijo, fue quien inspiró a seguir el camino del amor al arte y de poner en práctica el discurso con la acción.
Jesús Palechor Arévalo es el hijo menor de Juan Gregorio, hermano de Libio, también reconocido caminante del proceso político del CRIC, abogado y enfocado en la educación propia y, por supuesto, del gran recordado Antonio, un comunicador indígena que por muchos años acompañó y dejó gran huella en estos espacios. Los tres, tuvieron la oportunidad de compartir grandes momentos de aprendizaje con su padre cuando él los llevaba a reuniones, a marchas y a procesos de recuperación de tierra. Todos siguieron su camino, ese gran legado de amor y sencillez que dejó el mayor que vestía de ruana, sombrero y alpargatas. Recuerda que cuando eran niños, siempre estaban creando, tejiendo en chakanas en familia: mientras su mamá y su hermana tejían cobijas, ellos iban realizando las cinchas de las mochilas. Su papá fue carpintero, se dedicó también a la construcción y es un legado que vive con él hasta estos días.

El menor de los hermanos, nació en La Sierra, Cauca y, desde muy niño con su familia, llegaron a este municipio cercano a Popayán donde harían su vida. Sus padres siempre se esforzaron para que pudieran recibir educación, pues querían un mejor futuro para ellos. Fue así cómo terminó su bachillerato en un colegio que lo recibió luego de ser expulsado por razones de su pensamiento y, fue en este lugar, donde se dio a conocer y se encaminó en el tema artístico, combinándolo con su pasión por el trabajo comunitario. Estuvo allí ocho años y, cuando sintió que su ciclo había terminado dejando grandes enseñanzas, dio un paso al costado para que otras personas tuvieran también la oportunidad de enseñar y compartir sus conocimientos.
Así lo hizo durante varios momentos, pues es su convicción que las personas no deben amarrarse del todo a los procesos, porque estos necesitan siempre oxigenarse, rotar, cambiar. Además, ya tenía también un pequeño local donde ofrecía sus servicios de publicidad, que para el tiempo eran toda una novedad y del que fue pionero.
De este modo, acompañó a movimientos de mujeres, estudiantes, realizó seis semestres de Derecho, también aportó desde la construcción del SEIP, entre muchas otras labores importantes que siempre combinó con su amor a crear, innovar y dar color a la vida, porque, como comenta, “una cosa es lo que uno hace para vivir y otra, lo que hacemos para realizarnos como persona” y él, encontró en este camino, los dos motivos en uno.
Con la serigrafía, llegó a muchos territorios CRIC para hacer talleres y enseñarle a la gente a plasmar sus propias creaciones y llevarlas consigo. Había aprendido este bonito arte desde muy joven y también gracias a la influencia de su hermano Antonio (que en paz descanse). Por eso, esos cuadros de colores rojo, azul y verde, los guarda hasta ahora con mucho cariño, porque son un gran recuerdo del legado de su familia.

Sin embargo, tras todo un caminar de procesos colectivos, Jesús comenta que, llegó a un punto de su vida en el que, a pesar de estar rodeado de muchas personas, se sintió completamente solo. Tras una época de amenazas y persecución, fue difícil para él el darse cuenta que su único apoyo, siempre sería únicamente su familia y empezó a, como él lo cuenta, “quedarse quieto”.
Con el deseo de preservar la integridad de su familia, sobre todo de sus dos pequeñas hijas, estableció su propio negocio para dedicarse enteramente a la creación. Era muy importante para él que su labor fuera coherente con sus ideales, que todo su accionar siguiera siendo político y de impacto positivo para los demás. Hoy, ya son más de 12 años los que lleva en este bonito trabajo en el que elabora desde lapiceros hasta vasos, cuadros, termos y unas agendas muy especiales.
Entre muchos de sus aprendizajes, estuvo el de aprovechar el papel para reciclarlo, dejar de generar desperdicios y crear coloridas agendas con una identidad gráfica muy propia de los pueblos indígenas. Pero, no solo eso, pues estando en pandemia, aprendió también a realizar este proceso con el papel agregándole hojas de plantas como coca, ruda, café, entre muchas otras, lo que le brinda a las hojas una textura y color especial.
Ha llegado a muchos lugares con este bonito emprendimiento familiar, construyó su propia casa en donde funciona este taller creativo y pudo dar también educación a sus hijas.

De todas maneras, siente que hace falta brindar apoyo sobre todo en temas de capacitación y orientación a las artesanas y artesanos de los territorios, pues muchos de ellos tienen grandes iniciativas pero es importante actualizar y brindar esas nuevas herramientas que ofrece el mundo para que sean sostenibles. Reflexiona esto porque en algunas ocasiones, se menciona mucho sobre el cuidado y protección de la tierra, mientras se sigue produciendo plástico, contaminando y usando elementos nocivos para la vida.
Mientras dobla la ruana de su padre con cuidado y cariño, don Jesús analiza el actual panorama organizativo respecto del legado y también de sus propias andanzas en el movimiento indígena. Uno de los aspectos provinciales que menciona, es de la unidad y la dignidad.
Y es que esa palabra, es que esta última palabra, es tal vez esa gran enseñanza que le dejaron tantas ocasiones de acompañar a su papá, pues comenta, siempre recalcaba que nunca debería perderse. “A veces duele mucho ver cómo hacemos cosas sin razón de ser, cuando nos pensamos como un proceso social pero nos perdemos en el camino”, comenta mientras termina de alistar un pedido de agendas.
La unidad, por su parte, no la entiende como un ejercicio de los pueblos indígenas, sino de los procesos y movimientos sociales como estudiantes, campesinos, afrocolombianos y demás, porque es la representación del poder popular. Aquí, resalta también que así nació la organización, bastante apoyada por colaboradores de otros lugares, personas que hoy aún viven y que dedicaron su vida a esta gran labor que hoy tantos frutos ha dado.
Y es que, pensar en el movimiento indígena del Cauca es evocar una gran lucha conjunta que nace desde el corazón y la necesidad de organizarse siguiendo unos principios plantados que hasta hoy continúan vigentes. En este caso, don Jesús se ha enfocado en el punto de una economía propia, una diferente, realista y acorde con la realidad del contexto actual pero, además, con un sentido social importante para rescatar los valores y tradiciones de los pueblos. Cada portada de sus solicitadas agendas son un reflejo de identidad, fuerza, ancestralidad…con coloridas ilustraciones, da a conocer de una forma diferente esas frases y colores representativos.
Desde la elaboración del papel, el diseño de las hojas, la portada, el empaque y la entrega, son un proceso especial muy cuidadoso que es un gran ejemplo de la coherencia entre la palabra y la acción, pues, considera, no pensar en una economía propia mientras se sigue contaminando y aplicando los sistemas de producción convencionales contra los que se ha luchado.
Y es que, en todos los territorios, en cada pueblo, el talento por el arte en sus diferentes expresiones ha cobrado fuerza, especialmente por los jóvenes quienes se dedican a pintar cuadros, componer letras de canciones en idioma propio, realizar videos para redes sociales mostrando la propia cultura; pero siempre inspirados en personas como don Jesús, quien también tuvo la oportunidad de compartir este conocimiento de plasmar las ideas en papel, camisetas, vasos y demás.

Este es un arte que ha recorrido y sigue recorriendo los lugares llevando grandes mensajes y encaminando a muchas personas para vivir de lo que les gusta hacer y a la vez, aportar a la comunidad en tiempos donde el conflicto azota con fuerza y quiere arrancar a las personas de su territorio, las grandes industrias siguen contaminando la Madre Tierra con el consumismo, cuando se vuelven pocas las alternativas dentro de la comunidad, en esos momentos y sitios, el arte es esa luz, esa esperanza de un mundo menos doloroso, de lugares donde la memoria del corazón reposa y se queda para siempre en los recuerdos de la gente, esos que guardan con tanto amor, como don Jesús guarda la ruana que su padre usó hasta sus últimos días de vida, antes de partir de este espacio terrenal, un 12 de febrero de 1992 tras varios meses de una larga enfermedad.
Su familia cuenta que él esperó para despedirse de su gran amigo, el mayor Trino Morales y, tras esa ansiada visita, dejó este mundo habiendo convocado a un sinnúmero de personas en la Casa Grande del CRIC, una gran marcha de compañeros y compañeras que lo conocieron lo acompañaron hasta su última morada. Ahora sigue acompañando, orientando el camino desde ese otro lugar, desde los sueños, las conversaciones y de ese gran legado.
Memoria y Patrimonio