Traer al presente la historia de las comunidades indígenas y la reinvindicación de sus derechos, es traer a la memoria a un gran luchador que hoy reposa en la gran inmensidad de nuestra Madre Tierra y que echa sus raíces a quienes lo escucharon y siguieron su legado, que merece ser perpetuado para la continua lucha por el territorio, el respeto y la identidad de un sinnúmero de indígenas que caminan en busca de un buen vivir.
Trino Morales fue un hombre de rostro ancho, facciones rígidas, ojos rasgados y baja estatura, nació en 1930 en la vereda Guambía Nueva en el departamento del Cauca, en vida dedicó su lucha constante por los derechos de nuestros pueblos originarios, que lo llevó a la recuperación de tierras, cabildos y resguardos, no solo en el Cauca si no a lo largo y ancho del territorio colombiano. Morales fue esencial para la creación y constitución del Consejo Regional Indígena del Cauca – CRIC, además de la Organización Nacional Indígena de Colombia – ONIC en los años 60 y 70.
Misak y cuidador de la tierra, tuvo que partir a la edad de siete años a estudiar, dos años en Medellín y siete en Bogotá, donde pasó diferentes necesidades, incluyendo el matoneo por parte de sus compañeros en el internado donde se encontraba. Sin embargo, logró estudiar la primara y llegar hasta tercero de bachillerato. A sus 15 años toma la decisión de no continuar sus estudios, hace que lo expulsen con un compañero también guambiano. Con el deseo intacto de luchar por lo que creía, Morales compró dos libros: los Códigos de Procedimiento Penal y el Laboral, se los aprendió de memoria en su viaje de retorno a Guambía, donde llegó sin previo aviso. Esto fue suficiente para empezar su justa disputa ante la desprotección de los más necesitados.
“Levantar la cabeza y nunca más volver a inclinarla»
Con esta impronta, Morales empezó a resonar en la agenda local y nacional por medio de acciones que permitieron la recuperación de tierras, un reclamo que lo llevó a manifestar que no importaba cómo la entregaran, así les tocara comprarla, porque tenía la certeza de algo, les pertenecía. Así sucedió con la finca San Fernando de la familia Garridos. Luego, en los 60 recuperan la hacienda El Gran Chimán y de El Cobaló, en Coconuco, pertenecientes a familias poderosas del departamento del Cauca. Para él era importante recuperar la tierra porque es para sembrar y cosechar.
Políticamente Trino Morales planteó que los cabildos se convirtieran en una figura que les sirviera para los procesos que como organización se requerían y que no se convirtieran en un espacio que solo favoreciera a los blancos, por tanto, la necesidad latente de democratizarlos. Planteó la idea de constituir la guardia indígena, con el fin de tener una autoridad propia de acuerdo a los usos y costumbres de los pueblos. Su deseo imparable de desafiar las estructuras de dominación le permitió llevar a cabo un sinnúmero de acciones, unas con total éxito y otras convertidas en fracasos, que sirvieron de experiencia para continuar el camino de la palabra. Precisamente para Morales la Palabra debe ser lo más valioso para los pueblos, porque al recorrer en el tiempo se mantiene la identidad y como lo manifestaba él, no se nos puede olvidar y se debe llevar con orgullo y dignidad.
Fue un gran sabedor, por lo que no solo alcanzó constituir una de las más grandes organizaciones indígenas en el país, sino también apoyó en la creación del periódico Unidad Indígena que llevaba la consigna: unidad, tierra y cultura, convertidos hoy en principios y pilares fundamentales del CRIC.
Trino Morales después de caminar 94 años volvió a la Madre Tierra, vivió por más de 30 años en su finca en la Sierra Nevada de Santa Marta con su esposa Benerexa Márquez una lideresa también con quien tuvo cuatro hijos y cinco nietos. Nunca olvidó de dónde vino y lo orgulloso que estaba de ser indígena, además de haber caminado y luchado por los sectores sociales más necesitados.
Comunicaciones CRIC