En medio de las conversaciones sobre territorio, autonomía, ley de origen y defensa de la vida, una presencia sonora envuelve el 17 Congreso del Consejo Regional Indígena del Cauca,  la chirimía es tan antigua como los caminos de los territorios CRIC. La chirimía no solo suena, respira con el pueblo.

Mientras los pueblos indígenas del Cauca comparten sus pensamientos en las comisiones políticas, mientras se tejen acuerdos y se renueva el mandato organizativo, el tambor suena como un llamado ancestral. La charrasca marca el tiempo como si cuidara que cada minuto del Congreso se viva en armonía, y la flauta, como un hilo de lana invisible, une a mayores, jóvenes, niños y niñas en un mismo tejer.

Esta música acompaña las marchas, los rituales, las celebraciones y las luchas. En la historia del Cauca ha estado presente en procesos de resistencia por vivienda, por territorio, en paros, en mingas, en despedidas, en fiestas, y ahora, en este espacio colectivo donde se decide el rumbo de los pueblos indígenas. La chirimía, más que música, es una forma de resistir.

“El tambor no solo suena, anuncia. La flauta no solo canta, recuerda. La chirimía no solo acompaña, resiste”, dice uno de los mayores del pueblo Yanacona.

No es coincidencia que donde hay lucha, hay tambor. Donde hay palabra, hay flauta. Donde hay comunidad, hay chirimía como si supiera que este evento también necesita corazón, ritmo y alma.

Jóvenes CRIC