Mientras en los escenarios del Congreso se alzan las consignas de dignidad y se tejen propuestas para fortalecer la lucha de los pueblos originarios, en las cocinas comunitarias también se construye, con alimentos, la base de la autonomía, la salud y la vida digna.

Mujeres y hombres provenientes de los territorios del CRIC han asumido con compromiso y amor la tarea de alimentar a miles de comuneros y comuneras que participan en el 17 Congreso del Consejo Regional Indígena del Cauca.

Desde antes del amanecer, las manos sabias ya están activas: pelando, moliendo, cocinando y organizando los alimentos que fortalecen los cuerpos y el espíritu de lucha.

Pero aquí no se cocina cualquier cosa. En cada olla se defiende la soberanía alimentaria: alimentos que vienen del territorio, cultivados sin venenos, nacidos de las semillas propias y del trabajo comunitario. Es el maíz, la yuca, el café, la papa nativa, el mote, los plátanos sembrados con cariño.

“Aquí no solo alimentamos. Aquí resistimos con lo que sembramos, con lo que cuidamos. Porque alimentarse bien también es una forma de decir no a lo que nos quieren imponer”, dice doña Saturia Ilamo Talaga, cocinera tradicional de Tacueyó.

Las cocinas del Congreso son también espacios de diálogo, aprendizaje intergeneracional y cuidado mutuo. Allí, mientras se mueve la cuchara de palo, se conversa sobre la importancia de mantener vivas las prácticas ancestrales, de seguir cultivando sin depender de agroindustrias y de proteger el territorio.

“Nuestra lucha también pasa por el fogón. Si dejamos perder nuestras semillas, nuestras formas de alimentarnos, también estamos dejando perder parte de nuestra cultura”, comparte Daniela Yule, cocinera ancestral de Munchique Los Tigres.

Por eso, en este Congreso, reconocer a las cocinas, las tulpas es reconocer que la resistencia no solo está en los discursos, sino también en lo cotidiano, en cada bocado, en cada olla, en cada fuego encendido para cuidar la vida.

Comunicaciones CRIC