MEXICO.- Sólo quedan 450 indígenas cucapás y 30 vaquitas marinas en el Golfo de Baja California. Ambos grupos son víctimas de una voraz pesca clandestina de corvinas que realizan criminales de todo tipo y hasta narcotraficantes que se metieron al lucrativo negocio de los totoabas un pez cotizado por su vejiga en los mercados asiáticos.
A es situación —denunciada por la etnia— se suma una política de control de pesca por la cual las autoridades de la Secretaría del Medio Ambiente Recursos Naturales y Pesca (Semarnat) sólo les permiten realizar la actividad durante cuatro meses, de febrero a junio, y los cucapás afirman que esto no les alcanza para subsistir el resto del año.
“Estamos en peligro de extinción, como la vaquita marina, pero a nosotros nadie nos protege’’, advirtió recientemente Hilda Hurtado, de la Cooperativa Pueblo Indígena Cucapa Chapa y Seis Jihurrat.
El control de la pesca a los indigenas no siempre fue así de radical. Aunque la veda existe desde 1993, había cierta flexibilidad hasta que organizaciones ambientalistas, incluyendo Greenpeace, criticaron a las autoridades mexicanas por no hacer cumplir la norma ambiental y vigilar poco la pesca en la cual se enredan las vaquillas y mueren.
Entonces el gobierno se fue por el camino más fácil, dice Hurtado: controlar a los cucupás en lugar de ver el problema en su totalidad que incluye a las redes del crimen organizado.
El año pasado Semarnat retuvo a los cucapás un cargamento de 100 toneladas de corvinas que iban a vender con el argumento de que no tenían un permiso de sustentabilidad ambiental y sólo lo soltó cuando los indígenas salieron a declarar a los medios de comunicación . En 2016 los pobladores de varios pueblos incluso llegaron a tener enfrentamientos con las autoridades
Manica Zandes, miembro de una de las tres principales sociedades de pesca de la región— integradas principalmente por mujeres— describió aquellos roces verbales y físicos como uno de sus peores días de su vida: “Mi mamá andaba en su embarcación y la abordó un teniente: la apuntaba con el rifle y yo vi el odio de cómo la miraba: ¡se van de aquí o se los va cargar la chingada, pinches indios!’’, dijo.
Monica Gonzalez, de la misma coorperativa, advirtió en un documental sobre el conflicto por la pesca en la zona que, aunque haya habido golpes, encarcelamentos y detenciones, los cucapás seguirán pescando porque es una actividad ancestral. “Si nuestros antepasados pescaron por qué nosotros no’’.
El gobierno mexicano ha llegado intermitentemente a acuerdos con los pescadores de la etnia. Algunas veces les ha ofrecido dinero a cambio de que cuelguen sus redes durante ciertas mareas o les ha apoyado con presupuesto para abrir caminos dañados para sacar el producto.
En el 2015, tras varios amparos por parte de los pescadores (que exigen una consulta a los pueblos originarios a los que estaba obligado el Estado mexicano tras firmar el acuerdo de la Organización Internacional del Trabajo) se suspendió la veda existente desde hace 25 años cuando se declaró Reserva de la Biosfera del Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado.
Así los pescadores Cucapá lograron capturar más de 1,600 toneladas de corvina con un valor de desembarque superior a los 1.6 millones de dólares, pero al año siguiente se impuso otra vez la restricción.
Los cucapás denuncian que las autoridades no han perseguido con el mismo afán a los criminales que ilegalmente pescan la corvina ni a los que persiguen la totoaba, cuyo contrabando ha atraído a algunos cárteles de droga que quieren diversificar sus actividades con mucho dinero.
“Hay pescadores furtivos que van donde ancestralmente hemos pescado. Han llegado con embarcaciones clonadas impidiéndonos pescar, robándonos nuestras redes cuando ya están tendidas con pescado, incluso agrediéndonos físicamente’’, advirtió la activista Hurtado.
“Esto nos pone aún más en peligro y ya tememos por la seguridad de nuestras familias’’.
Tomado de: laopinion