Hace 54 años nuestros mayores tejían apuestas políticas para la dignificación de nuestras comunidades, caminando bajo los principios de unidad, tierra y cultura. Es así como empezó el proceso organizativo CRIC, en el marco de la lucha y resistencia, adaptándose a los cambios políticos, sociales y económicos que afectan a nuestro país.

Aún teniendo procesos comunitarios como Guardia Indígena, niños guardia, nidos lingüísticos y demás que fortalecen nuestras comunidades, enfrentamos un contexto desafiante en el que la violencia acecha a nuestras comunidades, manipulando ideologías para justificar su plan de muerte.

A lo largo de este camino, hemos afrontado numerosas dificultades, como la presencia de actores armados en nuestros territorios, economías ilícitas, violaciones de derechos humanos y el reclutamiento de menores. Estas amenazas han afectado profundamente la vida de los comuneros y comuneras, alejándolos de los procesos comunitarios. Aunque la resistencia persiste, la violencia sigue golpeando a nuestras comunidades, impactando especialmente a niños, niñas, adolescentes y jóvenes.

Hoy, después de 54 años de vida política y organizativa, nos preguntamos si nuestras acciones han fortalecido la ancestralidad a través de las formas de gobierno propio. La respuesta es sí. De algún modo, hemos logrado responder a los desafíos de la modernidad. No obstante, los cambios dentro de nuestras formas de gobierno nos llevan a una reflexión interna.

La integración de la organización en estructuras de Estado ha generado confusión y desafíos, pues, aunque las comunidades desde su ejercicio de asamblea envían a los liderazgos a las estructuras organizativas, en ocasiones los lideres terminan priorizando las agendas institucionales y alejándose de las bases comunitarias y esto ha sido aprovechado por sectores externos para debilitar el movimiento.

A pesar de la resistencia de la estructura comunitaria, la incursión de actores armados y economías ilegales ha promovido una cultura de dinero fácil que deteriora los valores colectivos, uno de los problemas más graves que enfrentamos es la indiferencia social ante la guerra y sus consecuencias, ya que la normalización de la violencia ha generado insensibilización colectiva, afectando la solidaridad dentro de nuestras comunidades.

En este largo proceso de lucha y resistencia, hemos aprendido a revisarnos, a construir estrategias, a superar desafíos y a dignificar nuestras dinámicas, valoramos profundamente a quienes aún sostienen firmemente los procesos, permitiendo que la bandera verde y roja haya continuado ondeando con fuerza durante medio siglo y seguirá ondeando por muchos más.

En honor a quienes nos abrieron camino, se organizaron y movilizaron, es fundamental regresar a las bases sin caer en la institucionalidad, fortalecer la lucha, y preservar los principios fundamentales de nuestros procesos comunitarios: unidad, tierra, cultura y autonomía.

La lucha continúa y busca continuar tejiendo caminos para garantizar la pervivencia y la integridad de nuestras comunidades indígenas.

Comunicaciones CRIC