A un mes del inicio del proceso de liberación de Vista Hermosa se ha logrado la destrucción de aproximadamente 10 hectáreas de caña del inmenso Ingenio Agrícola S.A. aún falta mucho, pero mientras avanzan las mingas de liberación crecen las áreas afectadas y el control indígena del territorio se fortalece.

El Ingenio Agrícola S.A y el Estado han optado por una doble estrategia, por un lado se ha ejercido una constante militarización del territorio, incluso desde los primeros días se llegó al absurdo de movilizar tanques de guerra al interior de la liberación, mientras que los soldados continúan patrullando, sacando registros fotográficos de los activistas del proceso para sembrar temor en las comunidades. Por otro lado, el Ingenio Agrícola S.A ha querido debilitar al movimiento a través de ofrecimientos en dinero, proyectos e inversión social, esperando que algún comunero seda ante las dadivas. Entre la presión militar y los ofrecimientos de recursos se desarrolla la primera estrategia de reacción del Estado y los agroindustriales frente al inicio del proceso de liberación de Vista Hermosa, pero estos planes solo evidencian el desconocimiento de la historia, las identidades colectivas, las reivindicaciones ambientales y la necesidades materiales del movimiento indígena.

Hablan desde otro mundo, su lenguaje de violencia y enriquecimiento personal no es propio de las comunidades indígenas. Quieren ensuciar con dinero a un movimiento que se atrevió a subvertir la propiedad privada y el beneficio personal para, en cambio, luchar por la titulación colectiva de la tierra, único mecanismo viable para superar la crisis alimentaria de las comunidades. Hablan de las necesidades de producción de la industria y el progreso, mientras las comunidades indígenas intentan frenar la industria para garantizar la protección de los bosques y las fuentes de agua del sistema ambiental que compone el macizo colombiano, lugar de nacimiento de numerosos ríos, entre ellos el río Cauca y el río Magdalena. Los industriales hablan del capital, mientras que las comunidades indígenas hablan el lenguaje del bienestar colectivo, del sentido sagrado de la tierra y de la protección de los sistemas ecológicos.

El Estado por su parte maneja el lenguaje de las armas y la violencia, quieren intimidar al movimiento de liberación de la tierra, mientras que la comunidad indígena solo sabe de la dignidad de los que luchan por el bienestar de las comunidades. Conocen bien la historia de un proceso que se les ha trasmitido desde la infancia en la forma de relatos orales, junto a los fogones de leña, en las mingas y fiestas, y en toda forma de vida colectiva. En las comunidades indígenas del norte del Cauca aún continúa viva la memoria todos lo que han pagado el máximo precio en esta lucha, desde Gustavo Mejía hasta Guillermo Paví. Las comunidades conocen el carácter transgresivo de su acción, frente a un sistema social y político que arremete con violencia contra las manifestaciones de dignidad y resistencia de las comunidades. En esta lucha los intentos de intimidación del poder estatal son ineficaces porque en la identidad colectiva nasa la dignidad ha remplazado al miedo.

El diferendo es radical, va a la raíz de las formas de pensar y actuar, aquí no existe posibilidad autentica de dialogo, la única salida es la lucha directa por la tierra para presionar al Estado para que cumpla con las obligaciones contraídas con el movimiento indígena, tanto por los acuerdos de tierras generados a raíz de la masacre del Nilo en 1991, como con su obligación de restituir los territorios indígenas de resguardo para garantizar la pervivencia cultural de la nación nasa, tal y como lo manda el acuerdo 169 de la OIT, que hace parte del bloque de constitucionalidad.

No queremos dinero, queremos tierra

El día de ayer un hombre desconocido por las comunidades llegó en una camioneta de alta gama custodiado por el ejército, se presentó como “abogado” del Ingenio Agrícola S.A, realizó los ofrecimientos acostumbrados. Pero un comunero le respondió: “Nosotros no necesitamos proyectos, necesitamos es tierra. Ya iniciamos este proceso, así que tenga en claro que de aquí ya no nos salimos, cueste los que nos cueste. Mejor véndale las tierras al Estado, negocie con ellos, que nosotros de aquí no nos vamos a salir.”
Mientras los ingenios intentan recuperar la producción destruida por las comunidades, los indígenas de Vista Hermosa, desde el primer día de la liberación, iniciaron la tarea de remplazar los cultivos dedicados a la producción de agro combustibles por cultivos de alimentos para las comunidades. Hoy ya son apreciables los cultivos de maíz, que crecen como símbolo de lucha anticolonial de los pueblos indígenas. La estrategia de lucha del movimiento indígena de Vista Hermosa se despliega en el espacio, deteniendo la expansión del capital a través de mingas comunitarias de cultivo, tal y como lo han venido haciendo sus ancestros desde la década de los 70s.
La lucha por la tierra de Vista Hermosa se realiza en cumplimiento del mandato comunitario firmado en Jambaló en el año 2002, en donde el movimiento indígena retomó la lucha directa y por vías de hecho sobre la tierra, superando más de una década de intentos de negociación legales que dieron como resultado multitud de acuerdos incumplidos y promesas de papel con las diferentes administraciones nacionales y los terratenientes.
Así como en las mingas de liberación nadie se queda solo, sino que toda la comunidad se hace responsable de la seguridad y la vida de todos, de igual forma el proceso de liberación de Vista Hermosa no está solo, los procesos de la Emperatriz, Corinto, la Albania y Quita Pereza han estado apoyando esta lucha a través de la acción y las formas de articulación generadas desde los Comités Políticos de Liberadores, como organizaciones de base que impulsan los procesos de lucha por la tierra en el norte del Cauca.

Esto no lo detiene nadie

La lucha indígena por la tierra hace parte de una fuerza social que viene bajando de las montañas desde hace más de un siglo. La fundación de la Republica trajo más desventajas para las comunidades que las que tenían que soportar al final del régimen colonial. En la primera mitad del XIX las elites dominantes vieron a los resguardos como un obstáculo para la expansión territorial de la propiedad privada y el progreso. Simón Bolívar inició el ataque a los resguardos a través de decretos que ordenaron su parcelación, además entregó los primeros títulos de propiedad en el norte del Cauca a exmilitares de las guerras de independencia. Pero los títulos de propiedad no fueron suficientes, fue necesario el uso de la violencia para expulsar a las comunidades indígenas hacia Tierra Adentro y Jambaló. En la parte alta las pendientes y la poca fertilidad de la tierra sometieron a las comunidades a condiciones de hambre y miseria. Pero desde finales del siglo XIX se presentó un movimiento de retorno, los indígenas del Cauca comienzan a bajar de las montañas a las zonas planas. Este movimiento ha sido muy diverso, al principio se bajaba para trabajar en las haciendas sometidos al régimen servil del terraje, pero luego comienzan los ciclos de lucha por expulsar a los terratenientes, allí se encuentra el movimiento de Manuel Quintin Lame, las lucha por la titulación de tierras a través del Incora a finales de los años 60s y las luchas del CRIC por la recuperación directa de tierras en los 70 y 80s. El último ciclo de luchas que inició en el 2005 hace parte de una fuerza social que viene bajando de las montañas hace más de un siglo, y no se va a detener hasta que las comunidades indígenas puedan reconstruir el territorio nasa, tal y como fue reconocido en los títulos coloniales logrados por Juan Tama a comienzos del siglo XVIII.

Fuente: Rebeldía Contrainformativa

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