Era la una de la tarde del 8 de mayo. Yo estaba en el puente de La Viga, sobre la avenida Cañas Gordas, que conduce a las ciudades de Cali y de Jamundí. Allí estaban unas 20 personas vestidas de blanco y con camionetas de alta gama. Nos invitaron a que entre todos atajáramos a los indígenas.
En uno de los vehículos que pasó por aquel punto venían tres indígenas. Ese carro quedó rodeado por otros carros. Estancado. Al que tuviera pinta de indígena, no lo dejaban pasar. Luego llegó una chiva llena de indígenas. Los de blanco se atravesaron en el camino, los detuvieron y les decían que “Cali se respeta”. Así que finalmente la chiva se devolvió.
Algunos de los vehículos de alta gama se movieron como 500 metros, a un punto cercano a la iglesia de La María. Y en ese momento empiezo a escuchar que los indígenas de la minga vienen hacia acá, nos dicen que vienen con palos y que se van a tomar la zona.
Con la ayuda del carro de un espontáneo llegué allá, al semáforo de la 127, donde estaban los indígenas y empecé a grabar. En ese momento, comienzan los disparos que vienen de la parte de arriba; los indígenas que venían en chivas se bajan: unos se tiran al piso y otros van corriendo hacia el sitio de dónde venían los disparos.
Veo que llega una ambulancia y sacan a una persona herida. Veo a lo lejos, a donde los indígenas fueron, las camionetas de alta gama atravesadas. Cuando los indígenas se acercan, cesan los disparos. Recuerdo que una de las camionetas fue incendiada, cerca estaban siete u ocho policías.
Me acerco a los indígenas y uno de ellos me dice: “mire, señor, nosotros venidos desde la Universidad del Valle porque un consejero indígena se encuentra atrapado en el puente de La Viga y nos llamó pidiendo auxilio. Desde que salimos hemos tenido obstáculos; primero, nos levantaron a bala en el rompoi de Ciudad Jardín. Logramos pasar y al llegar de nuevo a este punto, volvieron a atacarnos con balas. Tenemos personas heridas, pero nosotros no queremos inconvenientes. Ya el consejero pudo salir y nosotros vamos a retirarnos”.
Los indígenas se subieron a sus vehículos y en eso llegó un representante de la curia y otro de la alcaldía. Cuando yo iba de regreso hacia el puente de La Viga iban subiendo dos camionetas con las placas cubiertas y una moto de la policía al lado; todos iban dialogando. En el camino encontré tres chivas. Me pongo a hablar con ellos y me explican también que su objetivo era auxiliar al consejero y que habían también recibido disparos en ese punto.
Uno de ellos reconoce que tiraron unas piedras contra un conjunto residencial donde se refugió uno de los vehículos donde se trasladaban los atacantes. Uno de los indígenas me vio grabar y dijo molesto: “Vaya, grabe a los que nos disparan”. Finalmente, se subieron a sus chivas y se retiraron hacia la Universidad del Valle.
Cuando llego a mi casa, empiezo a encontrar en las redes sociales una serie de videos en los que pretenden mostrar a los indígenas como los agresores, que fueron a tomarse los carros, causar daños y a agredir a las personas. Eso es totalmente falso, es una mentira, es una invención.
Esta situación me hace pensar que las personas que hicieron todo esto a la una de la tarde, en Cali, tomaron esas imágenes sesgadas y generaron esa percepción en los medios de comunicación, para desprestigiar toda la labor humanitaria de los indígenas y su protección a los jóvenes en el marco de la represión durante el paro nacional. Ellos tratan de que no se pierdan vidas. Eso es lo que han venido haciendo una cantidad de indígenas en diferentes puntos, tratando de garantizar que no haya personas armadas. Yo soy testigo ocular de todo lo que ocurrió.
Aquí en Cali están haciendo esos ataques con carros cubiertos y se escudan diciendo que son vecinos de la zona que nos están protegiendo de los indígenas. Con esa historia, están poniendo en peligro a toda la comunidad de Pance. Tratan de convencernos de que son vecinos armados defendiéndonos de los indígenas, pero lo que quieren es desatar un enfrentamiento y generan terror.
Es gravísimo y vergonzoso que el día de hoy 10 de mayo, el Defensor del Pueblo ante la incapacidad de dar respuesta a los graves violaciones de derechos humanos con la Minga y la protesta social, y por ende, tenga que salir corriendo sin dar explicaciones ni mucho menos aunar ejercicios de diálogo, escucha, construcción e intermediación ante las últimas situaciones. Su actitud, señor Defensor es omisiva y contraria a constitución.
Señor Defensor recordar, que mas allá de acompañar a la protesta, es imperativo constitucional de la Defensoría del Pueblo: visibilizar y denunciar las graves violaciones a los DDHH cometidos por el mismo Estado ante el actual paro nacional. Es exigir garantías a las demás órganos e instituciones que hacen parte del poder público, generar verdaderos espacios de diálogo, intermediación y concertación, defender los Derechos Humanos y prevenir sus violaciones y fomentar la observancia internacional.
Es de resaltar que existen graves omisiones en cuanto a los reportes de la Defensoría del Pueblo sobre la verdadera crisis y vulneración de derechos, el uso excesivo y desmedido de la fuerza y la militarización en las diferentes ciudades del país, han generado un sin número de heridos y muertes.
Señor Defensor, los derechos humanos y el goce efectivo de las libertades públicas se monitorean en territorio, escuchando y caminando con la ciudadanía y las fuerzas sociales.
Se esta esfumando la última esperanza de la ciudadanía, las organizaciones sociales, el movimiento estudiantil y la sociedad en general. Señor Carlos Camargo cumpla su deber constitucional y garantice los derechos. Necesitamos un Defensor del Pueblo que vele por la dignidad, por los estamentos de la democracia y la vigencia de los derechos propios de un E.S.D.
Por: John Jairo Hoyos (Representante a la Cámara)