Después de una larga semana, la ciudadanía colombiana puede gritar con euforia: «Lo logramos, tumbamos la reforma tributaria!» Pero, aunque deberíamos estar felices y triunfantes, no lo estamos del todo, porque no solo el bolsillo y el billete nos duele, también duele la salud, la educación, las pensiones, el campo, el incumplimiento de los acuerdos de paz, la reglamentación de la consulta previa, los líderes y lideresas asesinados, el glifosato, el fracking; entre muchas más enfermedades que vive hoy Colombia. Nos duele el cáncer en que se volvió el estado colombiano y la llaga que tenemos como país.

Por eso hoy reafirmamos que, a pesar del anuncio de retiro de la reforma tributaria, la gente no se va a ir a sus casas. Por el contrario, vamos a seguir fuertes en la calle. Hoy le hemos dado sentido histórico a la consigna «el pueblo unido, jamás será vencido». Y este pueblo unido hoy grita a una sola voz: «Duque y Carrasquilla, renuncien».

Llevamos cinco días de paro nacional. Cinco días que nos saben a dolor, sangre, gases lacrimógenos y balas recalzadas. Cinco días que nos recuerdan a nuestros hermanos golpeados, mutilados y asesinados en esta movilización, y en todas las que hemos tenido que caminar. Este sabor amargo ha sido ordenado por los gobiernos nacionales, departamentales y locales; y ha sido propinado por el aparato militar. Un aparato que curiosamente se alimenta con la misma gente que forma parte de los grupos históricamente olvidados y marginados de la sociedad colombiana, con pocas oportunidades de trabajo y de educación; pero que eligió el camino de la represión al pueblo, al hermano, como medio para ganarse la vida.

Este paro es un carnaval lleno de gente mestiza, afro, campesinos e indígenas. Hay estudiantes, trabajadores, amas de casa y muchos, pero muchos desempleados. A todos ellos los reunió hoy el rechazo a la reforma tributaria. Pero el verdadero impulso de todo este movimiento es el sueño de un país mejor. Un sueño que solo será posible cuando arrebatemos de las manos la riendas de nuestro país a quienes las han tenido por más de doscientos años.

Por: Programa de Comunicaciones CRIC