Hay silencio, llanto, las palabras faltan y a su vez sobran, los rostros hablan, los ojos gritan.

Los abrazos van y vienen, las miradas también. Los Nasas jamás serán vencidos.

La gente danza alrededor de su cuerpo inerte, dándole vida a su legado, a su palabra y a su ser todo, aquel que desde la danza armonizó el territorio, aquel que regó plantas frescas para abrir camino, y que en su paso remojo con guarapo la palabra, aquel que le brindaba a la luna y al sol, también a la lluvia, a la tierra y al fuego.

Al mayor Rogelio Chate, lo amarraron, le vendaron los ojos y con 11 tiros lo mataron, lo mataron para callarnos, para sembrar miedo, enviando por medio de su cuerpo el mensaje más cobarde.

¿Cómo pueden llamarse revolucionarios, si matan a su pueblo?

Son sicarios, cobardes llenos de miseria, que empuñan las armas contra el pueblo, apuntan sus armas contra la vida y la palabra digna de nuestra gente. Apuntan sus armas, le vendan los ojos, le amarran las manos, le disparan al pecho, a la cabeza, porque solo así logran sentirse menos miserables, porque no tienen palabra y porque le tienen miedo, le temen a la vida y a la lucha que el Mayor Rogelio, caminó hasta su último suspiro.

¿Cómo puede reponerse un territorio después de que le asesinen a un The Wala?

La vida para quienes empuñan las armas por una supuesta revolución, ha perdido por completo su valor, matan y amenazan, atentan contra la vida en sus tres espacios, desarmonizan el territorio, los cuerpos. Es un atentado contra la espiritualidad y la cultura de todo un pueblo.

“Es nuestro territorio, no de los que siembran miedo” no es territorio de los armados que apagan la vida, esté nuestro territorio es de quienes luchan por la vida, territorio de caciques y cacicas, que siempre defendieron un legado por la vida.

Mayor Rogelio no murió callado, tampoco de rodillas y aunque quisieron callarlo, su palabra sigue intacta y se seguirá manteniendo en nuestra lucha.

Hay un sentimiento profundo de indignación, dolor y rabia de la gente.

Mayor Rogelio, danzaba, armonizaba los rituales con sus pasos, con sus plantas, punteaba fielmente el caminar de su pueblo, aconsejaba la familia y la comunidad, su palabra era refugio de muchos y el temor de algunos cobardes que se ensañaron con su vida, quienes vieron en su palabra la mayor de las amenazas, la mayor de las armas.

Su cuerpo inerte regresó al seno de la Madre Tierra, a la que siempre defendió y por quien dio la vida misma, pero su legado se quedará con nosotros, su ser habitará en la música de flauta y tambor, vivirá en cada danza del Saakhelu, en cada luna llena, en cada Minga, el seguirá danzando, brindando guarapo, chawaswa y chirrincho; nos visitará para seguir punteando esta danza llamada Vida, haciéndose trueno protector para seguir abriéndonos caminos de lucha y dignidad.

Mayor Rogelio Chate, nos vemos en la próxima Minga.

Por: Programa de comunicaciones-CRIC

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