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LAS MINGAS INDÍGENAS Y POPULARES EN LA PRIMERA DÉCADA DEL SIGLO XXI
La Minga es el trabajo colectivo aplicado en las comunidades indígenas y campesinas del Abya Yala para sacar adelante un propósito común y/o de solidaridad y cambio de mano con una familia, pero siempre con participación de una gran parte de la comunidad. Conlleva el trabajo conjunto, pero también la comida y el compartir ella incluso llevando para la casa de cada uno(a) de los participantes.
Minga ha sido el nombre adoptado a partir de 2004 para las movilizaciones populares en el
Cauca para sacar adelante el propósito común de hacer vigente la constitución del 91, por lo cual algunas han sido más políticas y otras han sido más reivindicativas (exigir el cumplimiento de la norma pero llevando algo en la jigra).
Anteriores a estas mingas se habían realizado las grandes movilizaciones de la Salvajina,
Novirao, La María, el Suroccidente colombiano, obteniendo reivindicaciones para cada sector, con actas luego incumplidas en su mayoría, que para el movimiento indígena del Cauca se concretaron en el reconocimiento del CRIC como autoridad indígena tradicional y en la expedición del decreto 982 de 1999.
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Cultura, espiritualidad, resistencia: El arte en los pueblos indígenas
A diferencia del castellano y otras lenguas, no existe la palabra “arte” como concepto único en ninguna de nuestras lenguas ancestrales. Eso significa algo muy profundo que es ante todo la complementariedad de vivencias y sentimientos.
Es así como desde el pájaro que canta, de la nube que se forma, de la montaña que resuena, el viento que sopla y los sueños que avisan el porvenir u orientan. Nosotros como pueblos ancestrales plasmamos estos vínculos de comunicación con el cuerpo en el cateo, en el tejido, la pintura, las danzas, el canto, la comida, la oralidad; en el arte. Este modo de plasmar nuestra voz, nuestro legado, nuestra forma de resistir simbólica, mágica y mística es la comunicación indígena.
Así se teje la propuesta de crear la Minga de Arte, de armonizar un espacio tradicionalista y a veces excluyente como lo ha sido el Parque Caldas en la ciudad de Popayán. A este sitio llegamos, no marchando en reclamo de nuestros derechos, sino mostrando nuestra riqueza cultural, la misma que ha sobrevivido a los cambios que impuso la conquista, la colonización, y la conflictiva sociedad en la que aún vivimos y resistimos desde nuestros territorios.
Vivir del arte y traer el arte hasta nuestros días sigue siendo el desafío no solo de esta generación, sino de las venideras. Por este motivo queremos celebrar con flautas y tambores y hacer ver que otro modo de resistencia es posible.
Lograr incidir en el imaginario y en las palabras es nuestro objetivo, puesto que se cree que minga es igual a protesta o que los y las indígenas solo somos rebeldes, por esta razón la minga buscó mostrar que somos todo un entramado de riquezas, sueños e ilusiones. También sirvió para mostrarnos lo que comunicamos, creamos y las diversas formas de ver y entender el mundo.
Indígenas artistas desde el abuelo que cuenta historias, la mujer que teje jigras, el niño que canta, el joven que aprende a tocar la flauta, el colectivo que hace muralismo, las muchachas que escriben en Nasa Yuwe, el sabedor tradicional que interpreta sueños, la madre que hace trenzas a sus hijas, el hombre que hace sombreros, la niña que danza. Nos hacen creer y saber que artistas somos todos, y que ese tejido es para otros y para nosotros porque en este intercambio es que somos, nos encontramos y creamos. Esperamos que esta minga del arte siga siendo un espacio de encuentro, de intercambio para revitalizar en la celebración, las diferentes formas de interpretar el mundo. En la revista número 4 les mostramos cómo fue la Minga del Arte en las páginas 8 al 23.