Dice el refrán popular que no hay mayor sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver.
Ha sido tradición de los actores armados, asumir, y no hay uno solo que desmienta esta realidad, que son sus enemigos los que tienen la responsabilidad de respetar los derechos humanos y el deber de no afectar el derecho internacional humanitario. Unos y otros se esfuerzan por hacer ver que en los enfrentamientos las víctimas civiles y los daños a la infraestructura social son responsabilidad del contrario. Es tal el desvarío que ven enemigos no solo en las orillas sino en el mismo río y para solucionar esa lectura buscan, con métodos poco ortodoxos, descontaminar lo que consideran turbio, con lo cual terminan causando daños irreparables al medio y sacrificando en últimas la esencia de sus luchas.