29 años después de aquel fatídico día en el que un terremoto sacudió la madre tierra de la majestuosa Cordillera Central de los Andes en Cauca, es nuestro deber recordar y reflexionar sobre las consecuencias que este desastre natural dejó en las comunidades indígenas y campesinas de la región. El 6 de junio de 1994, la tierra tembló con una fuerza de 6,4 grados en la escala de Richter, desencadenando una avalancha en la cuenca del río Páez, en el departamento de Cauca y parte del Huila. En un abrir y cerrar de ojos, aproximadamente 1.100 personas perdieron la vida y otras 500 desaparecieron, dejando un doloroso vacío en el corazón de estas tierras.

Las consecuencias de aquel desastre natural aún se sienten en la región de Tierradentro, donde se encuentran los municipios de Inzá y Páez, habitados por comunidades campesinas, afrocolombianas e indígenas del pueblo Nasa. Aquel 6 de junio marcó un antes y un después en la historia de estas comunidades, que fueron testigos de la magnitud de la tragedia. El epicentro se ubicó en las faldas del volcán Nevado del Huila, cerca del lugar conocido como Dublín, en la parte alta del río Páez. Las comunidades ubicadas en las montañas también sufrieron daños irreparables debido al terremoto.

El impacto ambiental fue igualmente devastador. Unas 40.000 hectáreas de tierras, ricas en biodiversidad y fauna, fueron arrasadas por deslizamientos y arrastradas por las furiosas aguas de los ríos y quebradas. En tan solo 30 minutos, la región se convirtió en un inmenso camposanto, una muestra desgarradora de la fuerza de la naturaleza.

Han pasado casi tres décadas desde aquel suceso, pero las cicatrices aún están presentes en las comunidades de Tierradentro. A pesar de los esfuerzos realizados por el Gobierno y las instituciones para reconstruir y reubicar a los afectados, aún queda mucho por hacer. Las avalanchas posteriores han dejado secuelas en las diferentes etapas de recuperación de estas comunidades, recordándonos que el oriente del Cauca clama por una recuperación más eficaz y eficiente.

Las comunidades de esta región se caracterizan por su diversidad étnica, con diferentes actores sociales, visiones del mundo, problemas, necesidades, intereses y conflictos. La respuesta institucional para apoyar la recuperación y conservar la identidad cultural ha sido compleja. A pesar de los avances, se requieren más y mejores planes para responder de manera efectiva y rápida ante este tipo de eventos.

Hoy rendimos homenaje a aquellos que perdieron la vida en aquella tragedia. Sus recuerdos nos impulsan a seguir trabajando por el progreso de nuestra región. Este terremoto se ha convertido en el segundo más mortífero en la historia de Colombia, solo superado por el ocurrido en el Eje Cafetero en 1999.

Sin embargo, es importante destacar que, a lo largo de estos años, las comunidades de esta región han demostrado una notable capacidad de resiliencia y aprendizaje en materia de gestión del riesgo. La reactivación del complejo volcánico nevado del Huila en 2007 y la avalancha de 2008, de mayor magnitud que la de 1994, evidenciaron la importancia de las Mingas y trabajo comunitario e institucional para actuar de manera rápida y efectiva.

Para muchas familias que tuvieron que reconstruir sus vidas en nuevos territorios, aquel terremoto y avalancha representaron un punto de quiebre en su historia. El éxodo forzado los llevó a establecer contacto directo con otros grupos, convirtiendo el intercambio en una estrategia vital para fortalecer y adaptar su identidad al nuevo contexto.

La supervivencia y la búsqueda de sentido en una geografía distinta se convirtieron en prioridades urgentes para aquellos que reconstruyeron sus hogares en lugares distintos. Los métodos para lograrlo fueron diversos y estuvieron marcados por la adaptación y la negociación cultural. Con el tiempo, el espacio fue apropiado y transformado, dando lugar a la construcción de una nueva memoria colectiva.

Hoy, a casi tres décadas de aquel desastre, recordamos a esos seres queridos que perdieron la vida y honramos su memoria. Su legado sigue siendo una fuente de inspiración para seguir construyendo un futuro mejor. “Hemos aprendido de los errores del pasado y nos hemos convertido en un ejemplo de gestión del riesgo para otras comunidades”.

Aunque el camino hacia la recuperación total aún es largo, se debe seguir trabajando en conjunto, fortaleciendo las potencialidades y solucionando las carencias y necesidades que persisten en nuestras comunidades. La historia nos ha enseñado que la resiliencia y la solidaridad son fundamentales para superar las adversidades y construir un futuro próspero.

En conclusión, el terremoto y avalancha del 6 de junio de 1994 dejaron una profunda huella en las comunidades indígenas y campesinas del territorio de Tierradentro – Cauca y Huila. Hoy recordamos a aquellos que perdieron la vida y trabajamos juntos para construir un futuro mejor, aprendiendo de nuestras experiencias pasadas y fortaleciendo nuestra identidad cultural.

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