Por: Indalecio Dangond B.

“Los tres ultimos años han sido un desastre para los productores del campo colombiano”. Es la frase que oigo con mas frecuencia entre presidentes gremiales, empresarios y productores del campo en congresos y foros agropecuarios que se realizan alrededor del país.

¿Por qué le han salido tan mal las cosas al Presidente Santos? Solo existen dos razones: la primera es que está desconectado de la problemática agropecuaria del pais y la segunda, que se rodeó muy mal. Pareciera que en el Gobierno, el único campo que conocen es el de Champs-Élysées de París.

Las cifras divulgadas esta semana por la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), lo dicen todo: el año pasado las importaciones de pollo crecieron el 388%, las de arroz un 250% y la leche en un 171%. Ya llegamos a la cifra record de 10 millones de toneladas de alimentos importados (subsidiados) en un año, lo cual ha acelerado la desaparición de cultivos como el sorgo en un (-97%), ajonjoli (-83%) y algodón (-80%).

Mientras tanto los costos de los insumos siguen por las nubes, los precios de los alimentos por el suelo, las enfermedades fitosanitarias sin control, el acceso a los incentivos son un viacrucis y los recursos de ayuda siguen congelados en las tesorerías públicas. Lo mas indignante de este caos institucional, es que los colombianos paguemos con nuestros impuestos una burocracia ineficiente del Ministerio de Agricultura que supera los 174 mil millones de pesos anuales en funcionamiento. Como dice un viejo amigo ganadero, “Se propusieron a no servir, y lo lograron”! Asi no hay paciencia que aguante.

Como si fuera poco, el nuevo jefe de la cartera agropecuaria, anunció hace un mes (en entrevista con Yamid Amad en El Tiempo), que su misión en el Ministerio sería “aterrizar y consolidar todo el acuerdo agrario de La Habana”. Y sí que lo está logrando. En quince dias frenó de tajo todas las grandes inversiones en la altillanura (zonas que antes eran desoladas, improductivas y con presencia de cultivos ilícitos), creó pánico y confusión jurídica sobre la tenencia de la tierra (lo cual afectó las garantías de los créditos) y está impulsando las ineficientes Zonas de Reservas Campesinas en corredores geográficos de cultivos ilícitos como el Catatumbo y La Macarena. Solo le faltó nombrar formalmente al congresista Ivan Cepeda como director del Incoder.

Llegó el momento que el Gobierno Nacional se conecte con las auténticas soluciones que vienen liderando agremiaciones como Fedegan, la SAC, Fedearroz y el Movimiento por la Dignidad Cafetera entre muchos más. Se trata de aunar esfuerzos para encontrar políticas e instrumentos que se adapten a este país rural y agrario heterogéneo, expresado en sus diferentes realidades agroclimáticas, en las lógicas distintas que afectan a la grande, mediana y pequeña ganadería, en la existencia de una agricultura de riego y otra de secano, en una exportadora y otra sustitutiva de productos de importación, amén de las peculiaridades de cada rubro y de las 4 regiones del país (Andina, Caribe, Pacífico y Orinoquía).

Tienen toda la razón los caficultores, ganaderos, arroceros, paperos, cacaoteros y otros gremios en presionar al Gobierno para que les presten atención. Son delicados sus problemas de falta de rentabilidad por culpa de la desacertada e improvisada política agraria que se ha implementado. En Colombia podremos aguantar un mes de paro de educadores, dos de la rama judicial y hasta 12 de los legisladores, pero no creo que aguantemos una semana sin comida. El 19 de agosto será el día en que se agote la paciencia de estos 11 millones de productores del campo que no aguantan una indiferencia más del Gobierno Nacional.

 

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