Arturo WallaceBBC Mundo, Bogotá (@bbc_wallace)

10 noviembre 2014

En el auditorio cabían unas mil personas. Pero un número todavía mayor acompañó el juicio desde la calle.

Y a través de ellas, por aclamación y mano alzada, fue una comunidad entera la que dictó sentencia en contra de los guerrilleros de las FARC involucrados en la muerte de dos guardias indígenas cerca de Toribío, Cauca, la semana pasada.

Lea también: Indignación en Colombia por muerte de guardias indígenas a manos de las FARC

Primero fueron 60 años de cárcel para Carlos Silva Yatacué, presunto responsable de las muerte de dos comuneros nasa que intentaban retirar de su territorio un cartel en homenaje al excomandante guerrillero, Alfonso Cano.

Otros cuatro guerrilleros vinculados a las FARC –Arcenio Vitonas, Robert Pequi, Emilio Ilyo y Freiman Dagua– luego fueron condenados a 40 años de prisión, por disparar indiscriminadamente en contra de los guardias.

Mientras que los últimos dos acusados, al tener únicamente 14 y 17 años, fueron sentenciados a 20 «fuetazos» administrados ahí mismo, lejos del lente de las cámaras.

Los menores también fueron enviados a un centro de resocialización, con la advertencia de que su sentencia se revisará cuando alcancen la mayoría de edad en unos años.

Mientras que los mayores –en realidad muy jóvenes todos, también pertencientes al pueblo nasa– purgarán su condena en «patio prestado».

Es decir, serán recluidos en una cárcel estatal. Pero estarán bajo custodia de la Guardia Indígena de la ACIN, la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca.

Y, por una vez, el resto de Colombia no parece haber encontrado razones para criticar el actuar de la justicia indígena, que desde 1991 tiene amplia jurisdicción sobre lo que ocurre dentro de sus resguardos.

«Nunca creí que la justicia indígena me produjera tanta admiración», escribió por ejemplo, a través de su cuenta de Twitter, la excandidata presidencial por el Partido Conservador Marta Lucía Ramírez.

«¿Eficacia (de la) justicia indígena ejemplo para el Estado colombiano?», agregó Ramírez, en una pregunta repetida por numerosos medios colombianos.

«Y fue gracias a los indígenas que los colombianos volvieron a creer en la justicia», trinó por su parte Juan Felipe Muñoz, el exdirector de comunicaciones del gobierno de Juan Manuel Santos.

Mientras que opiniones muy similares fueron expresadas por numerosos ciudadanos «del común» y representantes de todos los sectores políticos del país, unidos en torno a una valoración positiva de la justicia indígena colombiana.

Aunque ese no ha sido siempre el caso.

Justicia polémica

Efectivamente, los intentos de las comunidades indígenas por juzgar desde sus propios valores y costumbres temas como las relaciones carnales con menores, penadas por la legislación ordinaria, a menudo son objeto de polémica.

Y lo mismo se puede decir de su recurso al castigo corporal, pues en sus sentencias no son extraños el cepo ni los fuetazos (latigazos).

Mientras que sus esfuerzos por hacer valer su autoridad dentro de sus territorios ancestrales tampoco han sido bien vistos por ciertos sectores de la Colombia ladina o «blanca», sobre todo cuando de por medio está el conflicto armado.

Y fue gracias a los indígenas que los colombianos volvieron a creer en la justicia

Juan Felipe Muñoz

En julio de 2012, por ejemplo, la decisión de castigar con «nada más» 30 latigazos a unos guerrilleros capturados en esa misma zona del norte del Cauca, poco después de la polémica expulsión de un grupo de soldados del ejército que habían montado un campamento en un cerro aledaño, le valió muchas críticas a los mismos nasas.

Y por episodios como ese, la derecha colombiana a menudo acusa a los indígenas de simpatizar con los guerrilleros y oponerse al Estado colombiano.

Los nasa, sin embargo, siempre se han declarado neutrales en el conflicto y exigido la salida de todos los actores armados de su territorios, sin excepción, para no seguir cayendo víctimas del fuego cruzado.

Lea también: Los indígenas que se oponen al ejército y la guerrilla

Mientras que su visión de justicia no está orientada al castigo, sino al restablecimiento del equilibrio roto por los actos criminales.

Y es por eso que, en lugar de cárcel, a menudo optan por castigos corporales que se combinan con bebedizos para tratar de «enderezar» a los torcidos.

En otras ocasiones, el «remedio» se busca a través del trabajo comunitario.

Y, en el peor de los casos, se recurre a la expulsión del territorio, que para muchos indígenas es el peor de los castigos imaginables.

Protegidos por la Constitución

Por lo demás, el derecho de los indígenas a impartir su propia justicia «de conformidad con sus propias normas y procedimientos» está avalado por la Constitución de 1991, que establece como única excepción posible contradicciones con «la Constitución y leyes de la República».

Y el juicio de este domingo en el Cauca claramente se ajusta a los criterios establecidos por la Corte Constitucional para determinar si la jurisdicción indígena puede prevalecer por encima de la justicia ordinaria.

Los acusados son todos indígenas, en este caso parte del pueblo nasa, y el delito fue cometido en territorio de uno de sus muchos resguardos de esa etnia en las montañosa región norte del departamento del Cauca.

En esos territorios los nasa también cuentan con instituciones tradicionales claramente establecidas que les permiten impartir justicia y ejercer autoridad, la misma que intentaban imponer los guardias indígenas al momento de su asesinato.

La muerte de los guardias indígenas, que siempre van desarmados, llenó de dolor e indignación al pueblo nasa y numersoso colombianos.

Y con eso, podría argumentarse, se satisface además el cuarto criterio identificado por la Corte: la naturaleza del bien jurídico tutelado: «si se trata de un interés de la comunidad indígena o de la sociedad mayoritaria».

Por lo pronto, en cualquier caso, no parece que nadie quiera discutir el derecho de los nasas a juzgar el caso, si bien algunos comuneros ya han denunciado amenazas.

Las mismas FARC, sin embargo, lamentaron la muerte de los guardias indígenas a través de un comunicado en el que también de distanciaron de un panfleto a su nombre que amenazaba con considerar a los líderes indígenas objetivos militares.

Y la rigurosa condena impuesta a los milicianos contentó incluso a esa derecha que siempre ha visto con sospecha a la justicia indígena, reflejando además una indignación compartida por la inmensa mayoría de los colombianos.

Estos, sin embargo, no deberían perder de vista que lo del domingo es también un recordatorio de unas viejas demandas: las demandas de un pueblo que todavía pelea por la autodeterminación y el respeto de sus costumbres, que además sufre al ver a sus jóvenes ingresar a las filas de los grupos armados, a menudo por falta de oportunidades.

Un pueblo que se rehúsa a seguir sufriendo por un conflicto que considera ajeno, pero que le ha obligado a verter demasiada sangre.

Lea también: Cauca, el conflicto que no cesa

http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/11/141110_colombia_juicio_indigena_guerrilla_cauca_aw

Compartir