Ashampa Awá (mujer) majando balas mientras se comparten sabidurías de origen. Fuente Edison Canticus

Los Awá somos hijos de la unión de dos barbachas, hijos de la montaña por eso somos uno solo, dependemos de ella para vivir, es ella la que nos brinda el alimento cuando sembramos plátano, yuca, chilangua, chiraran, papa cun, entre otros en el saw o la chagra. También nos brinda los frutos que recolectamos como el madroño, caimito y la chorcha, además es donde encontramos los animales que cazamos como el mongón, la zorra y el ratón; es donde obtenemos los materiales para nuestra casa como la hoja de bijao y el gualte con el que también elaboramos la marimba que es un instrumento musical. Estamos asentados en los departamentos de Nariño y Putumayo en Colombia; también en Carchi, Imbabura, Sucumbíos y Esmeraldas en el Ecuador.

La palabra de la selva es nuestra razón, nuestra identidad, nuestra sabiduría, nuestro origen (Area de mujer y familia de UNIPA Y CAMAWARI, 2011).

El Katza Su (territorio o casa grande) es el lugar donde convivimos en equilibrio todos los seres espirituales, las plantas, los animales, los Awá y las semillas de los árboles; esta relación armónica se transmite de generación en generación mediante la comunicación oral, a través de las sabidurías de origen. Cuando irrespetamos estos mandatos naturales nos enfermamos de mal aire, chutun, enduendado (a), hierba y en esos casos los sabedores espirituales realizan un ritual como remedio.

De esta manera el pueblo originario Awá se fundamenta en la oralidad, en las sabidurías de origen que aconsejan nuestros mayores en los diferentes espacios como los rituales, en el saw o la chagra, en las mingas y principalmente alrededor del fogón, los cuales permiten la pervivencia de la espiritualidad en el diario vivir, fomentando los valores culturales y espirituales. El compañero Misael Nastacuas nos comparte la conceptualización de las sabidurías de origen desde la precepción del awapit:

ani awabit kuindawindu anga das usagat pamba quiere decir que nuestros mayores, mayoras, abuelos y abuelas ancestrales vivían conversando mediante historias, ahí está la esencia de nuestra vida, porque allí esta nuestra forma de vivir, la cultura, la cosmovisión, nuestra tradición, la montaña, la pesca, la cacería, los tejidos, los ríos, ahí está todo… nuestra convivencia, nuestra educación propia (Nastacuas, Sabidurías de origen Awá, 2019).

Culturalmente los mayores y mayoras Awá son nuestras bibliotecas verbales más preciadas para comprender el mundo y respetar a todos los seres, el compartir del conocimiento y la sabiduría se comunican en la familia y la comunidad, de los abuelos a los nietos, de los padres a los hijos; entre primos, amigos y la comunidad.

La historia dice que las culturas eran diferentes a las de hoy, puesto que no había organización, se vivía de una cultura milenaria que partía de las cuatro tulpas donde se contaban mitos, cuentos y esa era la enseñanza a los hijos, y también como corregir a la sociedad y a la familia. (Guanga F. , 2017)

La cosmovisión del pueblo Awá la comparten nuestros mayores y mayoras de generación en generación alrededor del fogón, por lo general mientras se preparan los alimentos, permitiéndonos entender la comunicación de la naturaleza a través de las sabidurías de origen, las cuales son historias como los cuatro mundos, el origen de los Awá, el origen de los alimentos y vivencias de nuestros abuelos, padres, hermanos, tíos, primos, amigos y la comunidad en el Katza Su y los seres espirituales como la vieja, el duende, el astarón, entre otros. Dichas historias armonizan nuestro pensamiento en el actuar según sus indicaciones, por ejemplo: pedir permiso cuando pasamos por un sitio sagrado o la casa de un ser espiritual. Respecto a lo anterior el mayor Francisco Guanga afirma: “Conversar alrededor del fogón hace fortalecer el espíritu del saber para conectarnos con la vida real del mundo”. (Guanga F. , 2017)

De esta manera se entiende que el fogón es un espacio de armonización del pensamiento, donde se comparten conocimientos y sabidurías, donde recibimos la orientación y los consejos de nuestros abuelos (as), padres y madres de lo que se debe respetar y proteger en el territorio. También es el lugar donde se analizan todos los problemas o las situaciones que se presentan en la familia y la comunidad, por lo tanto, hace parte de nuestra tradición, nuestra educación propia y nuestra esencia Awá.

El pueblo Awá a dicho nuestra enseñanza esta desde el fogón, desde allí nos orientaban, nos aconsejaban, que se debe cuidar, que se debe proteger, que se debe respetar, desde allí se hablaba del respeto y también la educación, como debemos comportarnos con la naturaleza, pero también cómo comportarnos con nuestra familia para poder vivir en armonía. (Nastacuas, El fogón Awá, 2019)

Las sabidurías de origen son el compartir de los sentires y vivires de la comunidad Awá, estos aportan al equilibrio para vivir en armonía, practicando la espiritualidad porque mediante el conversar se entienden las normas o leyes naturales, y por medio de las historias  se mantiene la armonía territorial, por ello es importante revitalizarlas, cultivarlas, atizarlas y practicarlas; porque es la manera como se transmiten, y a partir de ahí como actuamos en el territorio.

Nuestra vida está en la montaña porque es allí donde se mantiene esta relación estrecha entre todos los seres espirituales y terrenales. Es donde sembramos, cultivamos y cosechamos en familia y comunidad. Es donde tejemos el significado del ser Awá, es ahí donde se comparte la oralidad y la razón de respetar y convivir en alegría.

Los espíritus están totalmente ligados a la naturaleza, a los árboles grandes, a los sitios sagrados, al agua, a los animales. Están tan unidos que son sus dueños y ellos los cuidan y los hacen respetar. Por eso no podemos hacer una división tajante entre los dos pues ambos hacen parte de la montaña que, a la vez, es un ser con espíritu, es decir, en realidad todos, son uno solo, que puede imponer los mismos elementos naturales y los espíritus bravos ante los Inkal Awá (Gabriel Teodoro Bisbicús, Jose Libardo Paí Nastacuas, Rider Paí Nastacuas, 2010, pág. 1)

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