Hace algunas semanas los gobiernos de Colombia y Japón celebraron con gran euforia un acuerdo de inversión extranjera en nuestro país. Colombia asumió sin ningún reparo el compromiso de proteger y garantizar la rentabilidad de esta inversión. La garantía que promete el gobierno de Colombia a todos los inversionistas externos y locales es la seguridad que dan las armas. Esa seguridad que mientras protege los intereses económicos de unos que asesinan la vida de muchos.

Mientras los gobiernos realizan incansables esfuerzos por firmar cada vez más tratados comerciales, acuerdos de cooperación e inversión económica, en los caminos de nuestros territorios se sigue derramando sangre de los más humildes, de los más frágiles y de los más dignos. Aún viven en el corazón y la memoria los niños y jóvenes bombardeados por la fuerza pública hace ya varios meses en la vereda Gargantillas del Resguardo de Tacueyó.  También recordamos a Zuleima Coicué, una joven y humilde mujer a quien milicianos de las FARC le segaron brutalmente la vida arrebatándole el derecho de criar a su pequeño hijo. Y cómo borrar de la memoria lo que aún nos duele, el inhumano ataque a la población de Toribío donde nuevamente quedó en evidencia la crueldad de los comerciantes de la vida. En esta dolorosa lista, donde muchos quedan al margen, también se nos viene a la memoria la sonrisa humilde y sincera de Luis Carlos Mestizo, asesinado en Santander de Quilichao hace algunos días, en uno de los municipios del Cauca más militarizados.

Ahora con gran tristeza e inmenso dolor, lloramos a Maryi Vanesa Coicué, una niña que soñaba con ser líder de su comunidad, a quien la irracionalidad de los asesinos truncaron su ideal. Al escuchar los desgarradores gritos de dolor de Myriam, su mamá, y al ver las silenciosas lágrimas de Abel, su papá, reiteramos sus palabras: “Estamos cansados de la muerte, hoy nuevamente desde la profunda tristeza y el dolor que siento, hago un llamado urgente a toda la comunidad, a todo el Cauca, a toda Colombia y a nivel internacional, a valorar y a defender la vida”.

Hoy sábado, 17 de septiembre, la comunidad educativa se movilizó desde Caloto hasta Santander de Quilichao – Cauca, denunciando todas las muertes que han sucedido en el territorio, en especial denunciando la muerte de Maryi. La comunidad ya se cansó de tanta injusticia, de que en nuestros territorios se siga derramando tanta sangre y de que lo único que importe a los grupos armados sea la muerte, por esto queremos que se salgan de nuestras comunidades, no los queremos, no queremos las armas, no queremos la muerte.

Testimonio El Credo

El 16 de septiembre de 2011 una bomba cayó en la casa de un comunero indígena de Huellas, Caloto. Su hija de 11 años murió y 5 personas más resultaron heridas. Este es el testimonio que convoca a la solidaridad y a la defensa de la vida en rechazo de todos los grupos armados. http://www.youtube.com/watch?v=gqI-KeJ869Y 

Solidaridad con el Pueblo Nasa – Cauca – Colombia http://colombia.indymedia.org/uploads/2011/09/z0000003.mp3

Escuchemos las palabras de la compañera Milagro Sala, líderesa de la organizaciòn Tupac AMaru, en Argentina. Ella envìa este mensaje en nombre de todos los pueblos y procesos indígenas de Argentina para el Pueblo Nasa – Cauca – Colombia.

 Tejido de Comunicación – ACIN

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