Casi desnudos y sin zapatos, los indígenas awá se mueven como peces en el agua dentro de las espesas selvas de Brasil. Pero su vida nómada y sostenida por la caza está al borde de la extinción, según las alertas que prendió esta semana la organización Survival International.

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Solo quedan 355 awá (también conocidos como guajá) viviendo en cuatro tribus de ese país y al menos 100 de ellos nunca han tenido contacto con la civilización.

Aunque existen tribus con menos habitantes en el Amazonas, la organización asegura que estos serían los más amenazados del planeta debido a la rapidez con la que están pediendo su entorno.
Según la Fundación Nacional de Indígenas (adscrita al Ministerio de Justicia brasileño), el 31 por ciento de la selva en las 118.000 hectáreas de reserva awá en el estado de Maranhão ha sido destruida desde 1985 por madereros ilegales.

Además, al Amazonas lo acechan ganaderos y simples ‘forasteros’ que podrían cargar con enfermedades a las que los organismos de los awá no están preparados. Un simple resfriado podría matarlos.

En 1992, cuando la investigadora de Survival Fiona Watson los visitó por primera vez, encontró una joven pareja «desconcertada y aterrorizada» con un bebé de brazos. «Fue una experiencia triste. Terratenientes habían matado a todos los familiares de uno de ellos y estaban a huyendo».
Watson se enamoró de la que llama «la sociedad más auto-suficiente del planeta» y volvió al Amazonas en otras cinco ocasiones.

En el 2010, quedó impactada de cómo había cambiado la selva. «No podía creer que estuviéramos manejando un vehículo dentro de su territorio protegido. Eso no era así hace 18 años -relata la investigadora- Por lo general, son gente muy tranquila y amable, pero esa vez los vi muy enojados y desesperados. Me dijeron: ‘Nuestro bosque está siendo destruido'».

Este año se cumplen dos décadas desde que el gobierno brasileño reconoció el territorio awá. Aunque en varias oportunidades han ordenado a los granjeros de la zona salir, aún quedan tres asentamientos ilegales.

«Hay poca presencia del Gobierno sobre el terreno», se queja Watson. Quienes permanecen en la tierra de los awá «tienen mucho dinero y buenas conexiones. Sí ha habido procesos legales para sacarlos del lugar, el problema es que estas personas siguen apelando las decisiones de los tribunales», agrega.

El juez brasileño José Carlos do Vale Madeira describió la situación de estos indígenas como «un verdadero genocidio».

Se cree que los awá en Brasil no han sido siempre nómadas, sino que recurrieron a este estilo de vida en los siglos diecinueve y veinte para escapar de los terratenientes.

En la década de los 70 y 80, el gobierno brasileño los contactó para aislarlos de las consecuencias del proyecto minero Grande Carajás para extracción de hierro.

Una de esas comunidades, conformada por 91 personas, quedó reducida a solo 25 individuos cuatro años después de su primer contacto con la civilización. Murieron de gripa y malaria.

Los que ya desaparecieron

Fue gracias al ‘tupa’ (espíritu), que a Karapiru no lo mataron. Eso es lo que este indígena le relató a Survival cuando la mayoría de su familia fue asesinada por granjeros. «Me escondí para escapar de los ‘karai’ (gente blanca) Mataron a mi mamá, mis hermanos, mis hermanas y mi esposa. Pasé mucho tiempo escapando dentro de la selva». Tuvo suerte. Si esta historia se repite, su otra familia, los awá, quedará borrada de la faz de la tierra. Y no serían los únicos.

Los tetete, en Ecuador, desaparecieron por completo a mediados de la década de los 60. En Brasil, los akuntsus van por el mismo camino: solo quedan cinco.

Por otro lado, los yanomamis, también en Brasil, sufrieron invasiones que los pusieron en peligro casi tanto como a los awá, pero se recuperaron gracias a medidas del Gobierno para proteger sus tierras.

«Un hombre puede parar lo que está ocurriendo: el ministro de Justicia de Brasil. Pero ahora esta no es su prioridad. Tenemos que conseguir que lo sea», dijo el actor Colin Firth -ganador del Óscar por su papel en ‘El discurso del Rey’- en el marco de una campaña de Survival que busca repetir la iniciativa que salvó a los yanomamis.

Aunque para muchos es inevitable que la cultura awá se acabe o termine perneada por la modernidad, investigadoras como Watson creen que son «ellos los que deben decidir qué tipo de relación quieren tener con el mundo exterior. No nosotros».

«Nuestro mundo tiene una gran diversidad de culturas y nadie debería decidir cuáles deben o no deben sobrevivir- sentencia Watson- Hay que valorar la diversidad».

Safaris humanos

La conservación de las tribus indígenas que quedan en el mundo volvió al ojo público luego de que ‘The Observer’ reveló, a principios de este año, la existencia de ‘safaris humanos’ en las islas Andaman de la India.

Mostraron un video en el que se ven mujeres y niñas de la etnia jarawa bailando a cambio de comida.

En Perú, las fotos de miembros de la tribu mashco-piro que nunca habían sido contactados en el parque nacional Manú, cerca a la frontera con Brasil, le dieron la vuelta al mundo.

Varios medios denunciaron que guías en la zona ganan dinero llevando a turistas a las zonas frecuentadas por los indígenas. El gobierno peruano le pidió a los visitantes mantenerse alejados de «las comunidades que está tratando de estar apartadas del mundo exterior».

No son los mismos awá colombianos

En Brasil, los awá son mejor conocidos como guajá. No están relacionados con los indígenas awá que viven en Nariño, debido a lo alejados que están los unos de los otros.

Sin embargo, Watson cree que puede haber similitudes en sus dialectos. Derivado del guaraní, la palabra awá significa ‘gente’.

En Colombia, hay al menos 10 pueblos indígenas que no superan el centenar de habitantes, se acuerdo con la Organización Indígena de Colombia (Onic).

Redacción Internacional

 

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