La Carretera Panamericana es una vía fantasma. En forma esporádica transita uno que otro vehículo pese a la apertura de un corredor humanitario. Algunas motocicletas pasan a toda velocidad, mientras que otras personas optaron por ir a pie, caminando hasta tres horas para llegar hasta sus hogares, como en los viejos tiempos.

Inicio el recorrido en Popayán y enciendo las luces para garantizar el desplazamiento. A lo lejos se observan pequeñas columnas de humo de las llantas quemadas durante el día. Algunos campesinos e indígenas se mantienen en los alrededores, mientras que otros retornan a sus cambuches para pasar la noche y no correr riesgos innecesarios. Es preciso aguzar la mirada, porque aún quedan ramas y piedras de la jornada de protesta que seguramente hoy serán colocadas nuevamente porque el mensaje ha sido claro: el paro solo se levanta cuando el Gobierno nacional atienda las peticiones presentadas hace 29 días.

Hay que seguir viajando despacio y con las luces altas que indican que allí adelante hay un grupo grande de personas sobre la calzada. Nuevamente hay que disminuir la velocidad para establecer si son caminantes o si se trata de un nuevo bloqueo. No hay bloqueo, se trata de campesinos que disfrutan de la brisa de la noche que apenas comienza luego de una calurosa jornada y se juntan para trazar las tareas de la nueva convocatoria.

Poco a poco voy llegando a la vecina población de Timbío, distante 12 kilómetros de la capital caucana, y puedo establecer que fue mucha la gente que le tocó cubrir este trayecto a pie porque no hay servicio público de pasajeros; así lo estableció la única empresa existente en ese municipio y también porque en la noche los particulares evitan salir por temor a que sus vehículos resulten afectados. Mientras tanto, a la derecha hay una larga fila de vehículos a la espera de conseguir aunque sea un galón de gasolina en la estación de servicio con el cual poder garantizar el transporte de los próximos días. Otros lo hacen en motocicleta y unos más optimistas llegan con diferentes recipientes en busca del combustible, pese a que hay un anuncio oficial que indica que solo se suministra en los automotores.

La historia se repite todos los días, solo que ahora se extreman las medidas ante los anuncios del gobierno de emplear la fuerza que sea necesaria para lograr el desbloqueo de las carreteras y acabar con el paro nacional. Ahora de regreso hay que presentar el carnet de trabajo, un permiso especial o la documentación que acredite que el desplazamiento a Popayán se hace por atención médica o trámite bancario.

Hay que esperar que se verifique la información, conocer qué sucede en los otros puntos de resistencia para evitar accidentes cuando se concede el paso, pero sobre todo para garantizar que no le ocurra nada a los manifestantes. Finalmente, un campesino regio, de mirar profundo y piel curtida por el tiempo autoriza el paso a cientos de motocicletas que esperaban hace horas por la orden.

Rugen los motores y en el mismo orden de llegada van esquivando los grandes eucaliptos utilizados para el bloqueo. Miro por el retrovisor y noto que al lado de la principal carretera del país hay muchos conductores a la espera que termine la jornada de protesta iniciadas el pasado 28 de abril. Allá, tras los cercos de alambre de púas son miles las personas que están listas a aportar todo su esfuerzo cuando sea necesario para apoyar a la Guardia Indígena.  Ese es el espíritu que un mes después sigue impulsando el paro nacional.

Por: Programa de Comunicación CRIC. Antonio Palechor. Comunicador Yanakona