La líder ambiental de la Amazonia ecuatoriana habló con BOCAS de su lucha y territorio.

Nemonte Nenquimo se asoma frente a la pantalla del computador con un vestido amarillo de flores blancas, una diadema de plumas de guacamaya y los ojos pintados con achiote, dando la impresión de llevar un antifaz rojo. El cabello negro, largo y liso. Unos aretes hechos con chambira y semillas de pantomo. Un vientre con un ser humano de cuatro meses creciendo en su interior y una sonrisa gigante con un ligero hueco entre sus dientes delanteros que más adelante se convertirá en una carcajada pegajosa y resonante imposible de ignorar, como su lucha.

Cuando nació, hace 35 años, los funcionarios del Registro Civil no quisieron inscribirla como Nemonte Ayebe Nenquimo y en cambio le pusieron un escueto Inés Viviana, que se pronunciaba más fácil. “Lo odio, no me gusta para nada ese nombre de la cédula”, dice resignada. “El que eligió mi abuelo es precioso porque tiene dos significados: ‘Constelación de estrellas’ y ‘Pez que vive en la quebrada’”. Aunque todavía no ha decidido el nombre de su próximo hijo, es seguro que será en su idioma: “Hay una historia que cuenta que los waorani antes no sabíamos hacer lanzas ni cerbatanas ni artesanías y el hijo de la abeja bajó a enseñarnos; entonces, mi papá quiere que se llame ‘Eñame’, abeja, pero yo sigo llenando una lista larguísima con opciones para elegir”.

Nemo, como la llaman sus amigos y conocidos, recibió este mes el premio Goldman, el reconocimiento ambiental más importante a nivel global, por la defensa del territorio y la cultura. Aunque le parece “egoísta” que “los blancos” se lo entreguen solo a ella cuando en realidad hay un pueblo detrás, le entusiasma la idea de que los indígenas waorani sean reconocidos hoy por evitar la explotación de los pozos petroleros ubicados en el bloque 22 de la Amazonia ecuatoriana. Esta sería la tercera vez en la que se destaca a un activista de ese país: en 1994 lo recibió Luis Macas por “liderar una lucha pacífica por los derechos indígenas”, y en el 2018 fueron Pablo Fajardo y Luis Yanza por “una de las mayores batallas legales ambientales de la historia contra el gigante Chevron-Texaco”.

Su hermano Oswaldo cuenta que en el 2012, unos funcionarios del gobierno llegaron en helicópteros hasta territorio waorani y “engañaron y manipularon” a la gente. Les ofrecieron comida y gaseosa, entregaron unos folletos sin profundizar en la información técnica ni en los posibles impactos ambientales y sociales que genera extraer crudo del subsuelo, y al final preguntaron si querían puestos de salud, educación de calidad, mejores viviendas y proyectos productivos. “La gente decía que sí, por supuesto, y así los hicieron firmar un papel que luego pasaron como autorización para licitar nuestra tierra, cuando en realidad nadie sabía de qué bloque 22 estaban hablando”, dice Oswaldo, a quien todos llaman Opi.

A inicios del año pasado, los waorani marcharon con cantos y arengas hasta la Corte de Justicia, en la ciudad de Puyo, capital de la provincia de Pastaza, acompañados de otras nacionalidades indígenas como shiwiar, andes, achuar, cofán, siona, siekopai, kichwa, shuar y sapar. Solicitaron que se les garantizara su derecho a la consulta previa, libre e informada y a la autodeterminación.

En julio del 2019, la Corte les dio la razón. Determinó que la supuesta consulta en realidad fue un mero trámite formal, una socialización que no tuvo en cuenta las tradiciones ancestrales ni la estructura interna de las comunidades indígenas para la toma de decisiones. Los jueces determinaron que el Gobierno ecuatoriano no actuó de buena fe. El fallo cobijó las 200.000 hectáreas que afectaban de manera directa a los waorani y más de 4 millones de hectáreas de selva que se querían subastar a empresas nacionales e internacionales con el proyecto Ronda Suroriente.

Este triunfo, sumado al reconocimiento de la revista Time como una de las 100 personas más influyentes del mundo, hoy tienen a Nemonte Nenquimo sumergida en un agotamiento virtual que parece no tener fin; pero el humor siempre encuentra los caminos para asomarse: “Esto [señala su diadema en la cabeza] significa liderazgo. Si es de color amarillo simboliza tranquilidad, si es rojo es que vas a ir a luchar y si es blanco, es a matar. A veces, en la Corte yo me ponía un color específico y luego me lo cambiaba dependiendo de la decisión, si era positiva o no. Algunos creían que me quería ver guapa o que combinara con mi ropa, pero solo pensaba en ese momento ‘te quiero matar’”. Silencio. Estalla una risotada.

Nemo es la tercera de doce hermanos. Hija de Tiri Nahuane Nenquimo y Manuela Isabel Pauchi. Madre de Daime Omere, de cinco años. Esposa del estadounidense Mitch Anderson, director de la organización Amazon Frontlines. Le gusta preparar chicha, comer morete y que el chorro fuerte de la cascada pegue contra su cuerpo. Es cocreadora de la Alianza Ceibo y la primera presidenta del Consejo de Coordinación de la Nacionalidad Waorani de Pastaza (Conconawep).

¿Qué significa ser una mujer waorani?

Los waorani siempre hemos sido guerreros y guerreras; eran los hombres quienes salían a defender y a luchar con lanzas su territorio, pero eran las mujeres quienes decían “basta, ya no más conflicto, no más violencia”. Los hombres escuchaban y obedecían la palabra. Por eso, ser mujer waorani es ser mujer de paz en una selva viviente. La mujer, además, está conectada con la tierra, que nos brinda toda la riqueza que tenemos. Nosotras somos igual: damos vida. La raíz.

¿Cuáles fueron las mujeres que la inspiraron?

Las abuelas waorani, las mayores sabias. He aprendido full de ellas, de lo que me han enseñado con amor durante todo este tiempo. Si no hubiese respetado y valorado sus consejos, que es lo más básico que puede tener una persona, muy seguramente hoy no sería líder. También está la experiencia que he tenido de irme a vivir a otros pueblos y aprender de otras mujeres. Eso me ha dado más fuerza y entendimiento de la realidad. Mi lucha no ha sido porque salí de la nada, sino que ha sido profunda y llena de sufrimiento.

¿Sufrimiento suyo o de sus ancestros?
Especialmente la lucha de mi abuelo y de mi padre, que sigue vivo a sus 74 años. Él es una persona que creció en la selva y nunca conoció mundo occidental. Él me inspira porque me repite constantemente que vengo de familia guerrera, que mi abuelo defendía la selva de norte a sur y de este a oeste, que los indígenas rodeaban todo el territorio y no permitían que nadie ingresara. Sabían perfectamente dónde encontrar a las carachamas y el bocachico para comer. Todo lo tenían estudiado, eran científicos naturales y sabios. El mapa de esta tierra está en sus cabezas.
¿Conoció a su abuelo?, ¿cómo lucía el territorio antes de entrar en contacto con occidente?

 

No, nunca lo conocí porque falleció de polio cuando yo tenía 2 años y 4 meses. Mi abuelo quedó inválido. Él es Piyemo Nenquimo y hacía parte del clan ‘Hijos del sol’. Los waorani en ese tiempo vivían muy bien. Mi abuelo en ese entonces tenía tres mujeres, pero no significa que haya sido un hombre malo o machista, sino que culturalmente cuando eres un hombre guerrero, responsable y respetuoso, los mismos padres entregan a sus hijas para que las cuide. Lo primero que yo pregunté cuando me enteré fue si comían bien y cómo hacían para que la comida alcanzara para todos los hijos. Entonces, mi papá me contó que un día una mujer decidía que quería comer ave, por ejemplo, y ella repartía entre todas las demás mujeres e hijos. Luego, al siguiente día, la segunda decidía que quería mico y hacía lo mismo. Y así se repetía. Trabajaban en equipo. Mi papá siempre me repitió que las mujeres no estaban para la cocina y el cuidado del hombre, sino que la responsabilidad se resume en el equilibrio entre hombres y mujeres. Sé estas cosas porque soy muy curiosa, preguntona y todo lo quiero saber a un nivel muy profundo. Escucho historias desde que tengo cinco años.

¿Cuál es la historia que más la ha marcado?

Mi abuelo, cuando tenía 17 años, salió con su papá a la selva a cazar y me cuentan que él se subió a un árbol para matar a un mono chorongo y a algunas aves con cerbatana, mientras que mi abuelo se quedó esperando en la tierra. De un momento a otro, un jaguar llegó por detrás y lo atacó en la pierna derecha. Le dejó un hueco gigante, gritó, sangró y se desmayó. Luego quedó en una hamaca como siete meses sin poder caminar porque el animal le había arrancado una vena. Quedó cogito, pero caminaba durante kilómetros y kilómetros porque era un guerrero. Fueron los chamanes quienes lo cuidaron. Entonces, yo me pregunto: si mi abuelo fue atacado por un jaguar, sobrevivió, se casó, tuvo hijos y luchó, ¿cómo es que yo no voy a ser fuerte? A mi tía la mataron de un tiro en la cabeza mientras defendía nuestra tierra con lanzas, al parecer por un militar peruano o ecuatoriano, nunca supimos bien, entonces yo también soy guerrera.

¿En algún momento sintió que su liderazgo cambió con el embarazo de Daime Omere?

Me sentí más fuerte y responsable dando vida. Todo lo que estaba y estoy defendiendo es para mi hija. Ella siempre estuvo en mis brazos; protestaba con ella e iba a las reuniones conmigo. Todo lo que hago lo está aprendiendo y algún día se convertirá en una líder y gozará de una selva verde con suficiente comida y sin contaminación.

¿El hecho de que su esposo no sea waorani le generó algún problema?

No, no. Tal vez mi papá un poco al principio porque se preguntaba cómo una persona que viene del mundo occidental iba a vivir con su hija en la selva, pero mi esposo tiene mucha experiencia viviendo con pueblos indígenas en otros países y ya está adaptado a las condiciones. Yo me siento muy orgullosa de ser su esposa porque juntos hablamos, casi todo el tiempo, sobre la defensa del territorio, de la cultura y el idioma. Los dos somos luchadores. Mi familia lo puso a prueba en la selva un par de veces caminando muchísimas horas y también le enseñaron cómo ver y escuchar a los animales para que aprendiera a cazar correctamente. Ahora yo puedo estar en la casa preparando chicha y el Mitch se va como tres horas y luego regresa con un bagre grande en la espalda. A veces ni los mismos ecuatorianos se adaptan y él, en cambio, está superdispuesto a aprender.

¿Cómo se conocieron?

Él ya vivía en Ecuador porque estaba trabajando el tema de contaminación petrolera de Chevron en la Amazonia y apoyando el sistema de recolección y filtración de agua lluvia en los pueblos indígenas siona, secoya y cofán. En ese entonces, yo estaba dirigiendo la Asociación de Mujeres Waorani de la Amazonia Ecuatoriana (AMWAE), que buscaba parar el comercio de carne silvestre e instalar paneles solares para tener energía. Lo conocí por eso y también porque yo estaba escribiendo un diccionario del wao al español e inglés y eso le llamó la atención. Recuerdo que le respondí: “Soy waorani, pueblo de tradición oral, y es muy importante que el conocimiento de los abuelos quede escrito para los más jóvenes”. Y desde ahí empezamos a trabajar juntos en varias cosas.

El liderazgo y protagonismo de las mujeres waorani para frenar la entrada de las petroleras ha sido muy importante, ¿cómo se construyó este movimiento?

Fueron las mujeres de comunidades afectadas por petroleras las que primero me inspiraron. Ellas fueron el testimonio para contarle a mi pueblo cómo es que habían llegado a contaminar, a dejar enfermedades, confusión, pelea y división en otras partes. Luego de ese primer encuentro decidimos empezar a trabajar en nuestro propio mapa para decirle al Gobierno ecuatoriano que nuestro territorio está lleno de vida y no se vende. En ese escenario me convertí en la primera presidenta del Consejo de Coordinación de la Nacionalidad Waorani de Pastaza (Conconawep) y la primera mujer elegida para ese puesto. Justo en el 2018, nos enteramos de que el bloque 22 estaba en oferta para cualquier empresa que lo quisiera. Y nosotros pensamos: “¿Pero cuál bloque 22?, ¿en dónde queda eso? No hay bloque 22 para el pueblo waorani de Pastaza. Es nuestra casa”. Y ahí empezamos a pedirle apoyo a la organización de mi esposo, Amazon Frontlines, para demandar.

Y más viendo las consecuencias de los derrames petroleros en otras comunidades…

Exacto, y además porque no hubo consulta previa, libre e informada. Eso fue un protocolo de información y ya. Los funcionarios del Gobierno llegaban preguntando “¿ustedes quieren escuelas y educación de calidad?”, y la gente que estaba presente pues decía que sí, obviamente, y eso lo tomaron como consenso de aprobación. Los waorani estamos dispersos en el territorio. No nos consultaron ni explicaron a todos. Eso es manipulación, es engaño. Ese fallo que ganamos me dio mucha esperanza porque no solo se trata de los waorani, sino de todos los pueblos indígenas del Amazonas. Las nacionalidades no somos todas iguales, cada una tiene su propio entendimiento del territorio y una cosmovisión y gobernanza específica, y precisamente por eso la consulta no puede ser igual para todos. Estamos defendiendo nuestra casa, nuestra vida. Sea lo que sea que pase en nuestro territorio será decisión nuestra, no de un gobierno que llegue a imponer. Nadie viene a invadir nuestro territorio.

¿Cómo cambió la vida de los waorani con la entrada de las petroleras?

La presencia de las petroleras, de los evangélicos, de los invasores colonos cambió muchas cosas de nuestra vida. Esto no es como era antes: hermoso, armónico y en paz. Donde hay carreteras y petroleras ahora hay suicidios, separaciones, conflictos entre los mismos líderes y problemas de alcohol y drogas. Cuando se empezaron a dar los primeros contactos entre indígenas y evangélicos, muchos se fueron a la provincia de Pastaza y la tierra quedó libre. Ahí aprovecharon las petroleras para entrar. Antes, los abuelos eran luchadores y ahora los jóvenes sabemos español y conocemos más de las leyes y el derecho para defender lo nuestro, así que seguiremos exigiéndole al Gobierno nacional e internacional que respete. La solución es así de fácil: respetar nuestro derecho a la vida. Juntos lo logramos, solos es imposible.

¿A qué le teme?

No tengo miedo de nadie. Solo temo que los gobiernos de turno, las empresas y los jueces no nos respeten ni escuchen y sigan vulnerando nuestros derechos. Pero voy a seguir luchando hasta las últimas consecuencias, con todo mi corazón y con toda mi alma.

¿Cómo se siente con el reconocimiento del premio ambiental Goldman y la portada de la revista Time?

Me siento muy orgullosa. Aunque la gente hace un reconocimiento personal, en realidad es una lucha colectiva para proteger la vida. Ha sido una oportunidad para visibilizar nuestra causa y seguir trabajando con la gente de otros países. Si queremos dejar algo bueno para las futuras generaciones, necesitamos que nos apoyen ustedes, los de buen corazón. Por favor, no esperemos que esta sea la defensa de los pueblos indígenas, sino la del mundo.

También debe sentir un desgaste de tantos viajes y compromisos. Ahora usted es un referente global.

Me gusta aprender y ver para entender en qué situación viven otros, pero en esas ciudades que llaman “desarrolladas” la gente no vive bien. Aunque tengan plata no tienen paz, y con la naturaleza se construye una conexión espiritual que genera tranquilidad. Hay amigas que a veces me preguntan si voy a vivir en Estados Unidos en un futuro, y yo solo me pongo a pensar para qué abandonaría mi selva si aquí lo tengo todo. Mi lucha está con mi pueblo, y mi pueblo está en la Amazonia.

Con estas entrevistas muchos queremos entender quién es Nemonte Nenquimo. ¿Usted cómo se definiría?

Yo soy Nemonte, mujer waorani, la sangre guerrera de la selva. Defensora de los derechos de la naturaleza y de los pueblos indígenas. Mi voz no es solo la de mi pueblo, sino de todas aquellas comunidades que están arriesgando la vida ahora mismo. Nemonte Nenquimo pueden ser miles de mujeres que hoy están trabajando por hacer cambios y dejar un lugar mejor para los que aún no han nacido.

POR: TATIANA PARDO IBARRA
FOTOS: JERÓNIMO ZÚNIGA – AMAZON FRONTLINES
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 102. DICIEMBRE 2020 – ENERO 2021

Tomado de: Eltiempo.com 

 

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