Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.
La pasada semana se celebró en Tiquipaya la tercera Cumbre Continental de Comunicación Indígena. En sus dos primeras versiones (sobre todo en la de Cauca) se trataba de cumbres autoconvocadas por las propias organizaciones indígenas dedicadas a la comunicación; sin embargo, en esta última fue el Ministerio de Comunicación del Gobierno boliviano el que asumió la organización y control de la cumbre. El resultado fue una protesta vehemente de varias organizaciones de otros países: algunas se fueron antes de la conclusión de la cumbre y otras se quedaron hasta el final, pero expresaron su decepción. La respuesta oficial era que hay que entender que Bolivia es diferente, vale decir que por tener ya un gobierno indígena no puede haber espacio para debatir diferentes posiciones o criterios, sino que había que aprovechar ese encuentro —con la presencia de más de mil personas de 20 países— para aprender del mencionado gobierno…
¿Para aprender qué? Organización, por supuesto que no, la Cumbre fue un modelo de desorganización. La primera noche (el martes 15) hubo que esperar una hora y media que llegara el Presidente (que empezó diciendo que él no pensaba llegar pero que lo obligaron). El miércoles sólo hubo dos charlas, todo el resto del tiempo se perdió (resulta que los delegados del Pacto de Unidad se habían ido a La Paz a un acto para la reelección de Evo, qué interesante lección). El jueves por la mañana funcionaron las mesas de trabajo (cuyos coordinadores llegaron tardísimo), todas ellas cooptadas por el Gobierno.
La plenaria de la tarde fue otro espectáculo de desorganización (durante 40 minutos estuvo el Canciller solito, leyendo en la testera) y se tuvo que improvisar discursos. El viernes hubo, por la mañana, una confrontación con los descontentos/as de otros países y por la tarde se suspendió toda actividad hasta la noche cultural. El sábado tampoco pasó nada, salvo el discurso vacío del dirigente Lucio Ayala (de la CIDOB), que por lo visto está acusado de violación (y, sin embargo, tenía un sitio en la testera…).
Por lo demás, se atendió a los y las visitantes del resto de la Abya Yala de la manera más descortés, en lamentables condiciones de alojamiento —la comida fue lo único aceptable del encuentro—, llegando al extremo de tener que dormir un montón de gente en una especie de aula o galpón sin camas, tendidos en el suelo varones y mujeres, y llegando a darse un intento de violación a cuatro mujeres por parte de un participante descontrolado (que por la oportuna intervención de Julieta Paredes no pudo lograr nada y fue detenido).
Todo esto además en una universidad privada a la que es seguro que tuvieron que pagar. ¿Será cierto que el presupuesto daba para hacer las cosas mucho mejor pero que alguien se beneficia de la plata no gastada y, por tanto, del mal trato a nuestros/as huéspedes? Algún día se sabrá (y probablemente esos datos entrarán a formar parte del cártel de la mentira…).
El descontento reinante se expresó también en la conformación de una mesa paralela que planteaba que la Cumbre no era un evento del Estado boliviano sino de los movimientos indígenas del continente y rechazaba el hecho de que a heroicos/as dirigentes de otros países se los/as acusara de agentes del imperio por no estar de acuerdo con la forma de proceder del Gobierno boliviano… Y resulta interesante que quienes participaban en esta mesa tampoco se dejaron manipular por la propuesta sectaria del ecuatoriano Pérez Guartacábel, que quería desconocer la Cumbre.
Compañeros y compañeras del Gobierno, ¿no creen que no es esta la manera de comunicarnos y de compartir experiencias con delegaciones de otros países que llegan a Bolivia con las mejores expectativas y luego se tienen que ir decepcionados? Y no se trata de criticar por gana de criticar, porque con la misma convicción aplaudimos el encuentro de Unasur, que se celebró simultáneamente en La Paz, organizado por el Ministerio de Culturas, para preparar un Atlas de la Diversidad Cultural de América del Sur, y que fue excelente, y dejó muy contentos/as a nuestros/as visitantes, que se sintieron sujetos y no espectadores del evento… ¿Por qué no aprendemos?
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.
Tomado de: paginasiete.bo