“La palabra está dada”

Buscando el agua.

Por. Martín Vidal Tróchez

(Red del Agua Comunitaria Ovejas; Guaicoché y Cabuyal)

Amaneció lloviendo. Hace cuatro días que regresó la lluvia después de cuatro semanas de tiempo seco. Nos encontramos en la cancha del Guaico. Esperamos a los compañeros del grupo comunitario mientras se despedían en sus casas y llenaban botellas con café para el camino. Una garza negra buscaba alimento entre el pasto mojado de una cancha de fútbol. Los loros subían en bandada con su colorida algarabía. Eran las ocho de la mañana. Nuestro objetivo era encontrar una posible fuente de agua para un acueducto veredal y comprobar si la altura permitía traer el agua por gravedad hasta las casas del grupo comunitarios Guaico – Santa Bárbara.

Una suave llovizna nos invitaba a mirar con respeto el día que nos recibía. El Río Ovejas vibraba contento más abajo, como celebrando la llegada de la lluvia. Emprendimos la marcha hacia la parte alta de la cuenca. Subiríamos hasta el filo para luego bajar hacia la quebrada donde estaría la posible bocatoma.

El camino estrecho bordeado por cafetales florecidos y plataneras abundantes, poco a poco se fué empinando en una trocha pedregosa, cortada sobre un rastrojo verde claro que se aferraba a las pronunciadas pendientes. Esta trocha fue abierta a pico y pala hace unos cuatro años, gracias a una minga que reunió a más de 400 personas de los Resguardos de Tumburao, Pueblo Nuevo y La Laguna. Antes, era un camino por donde solo transitaban caballos y gente a pie. Hoy los más arriesgados pasan en motos, pero solo en el verano.

Llegamos al primer descanso donde termina la trocha angosta. Hasta allí, bajo un buldócer tratando de ganarle la batalla a las pendientes. Atrás aparece Rolo, el presidente de uno de los acueductos comunitarios de la red, agobiado por la dura cuesta. Desahogaba unos cuantos madrazos recordando los últimos cigarrillos que se fumó antes de la salida. Desde el filo observamos al otro lado del río Quichaya, el campamento de la zona veredal de desmovilización. Muchos recordaron con ironía el entusiasmo de hace dos años atrás, cuando se creía que, con el proceso de paz, llegarían muchos recursos para proyectos de desarrollo.

Seguimos subiendo. Los yarumos blancos nos recuerdan que estábamos cerca a los 2000 metros sobre el nivel del mar. El barro del camino y las hojas mojadas son el testimonio de un aguacero reciente. Las nubes aún estaban tan bajas que daban ganas de estirar la mano para tocarlas. Llegamos a la parte más alta del filo antes de bajar a la quebrada. El altímetro marcaba 2115 metros de altura. Hacia arriba, el paisaje de tierra fría estaba rodeado de potreros dispersos entre el monte y cultivos de yuca y café que llegan a alturas todavía mayores. Manuel nos contaba que hace unos veinte años era imposible ver café y yuca a esta altura.

Bajamos hasta la quebrada rodeada de robles y alisos. Medimos y encontramos un caudal de aproximadamente tres metros cúbicos por segundo. Angel explica que esta quebrada “llenaría tres tanques de 1000 litros mientras uno saludaba eucxa en Nasa Yuwe”. Tomamos la altura y nos señala que estamos a 1940 metros sobre el nivel del mar. Angel y los compañeros del grupo comunitario se miran con preocupación, el agua llegaría a sus casas, pero no a las de la comunidad que les ha dado el permiso para la captación.

Decidimos caminar hasta más arriba, donde la quebrada se une con otra. Subimos por una pendiente retadora hasta encontrar una trocha. Paramos a esperar los rezagados. Mientras tanto conversamos un poco. Nos contó Rodrigo que esta trocha también la abrieron este año con mingas. “Era un antiguo camino de andar a pie y en bestia. Ahora andan motos cuando no llueve mucho. La gente ya no quiere recibir parcelas por allá lejos. La gente quiere estar donde haya energía para cargar el celular y donde llegue la moto. Ahora las casas se están construyendo pegadas a las otras al borde de las carreteras. Se están haciendo pequeños pueblitos por todas partes”.

Bajamos hasta la unión de las dos quebradas. Es el sitio ideal para instalar la bocatoma. 1967 metros sobre el nivel del mar es la altura de este punto. El caudal es suficiente más de 2000 litros por segundo. El agua es transparente y fresca.

Revisamos los datos y nos damos cuenta que, al menos unas cuatro casas, quedarían por encima de la cota del acueducto. La comunidad del grupo comunitario del Guaico Santa Bárbara, hizo un acuerdo con la comunidad de Tumburao unos meses atrás. Angel cuenta que esto se logró gracias a la minga para la apertura de la trocha. Rodrigo lo complementa explicando que la comunidad de Tumburao le da el permiso a los del Guaico para tomar el agua de la quebrada, a cambio de que les permitan el paso de una futura carretera por donde hoy trazaron la trocha y de darle agua a unas 10 viviendas ubicadas en la parte baja de su resguardo. “Ya la palabra está dada”, concluye Rodrigo.

Emprendimos el regreso hablando entusiasmados por la confirmación de que la gravedad si llevaría el agua hasta el Guaico. Subimos nuevamente buscando el filo por un empinado desecho que nos ahorraba buena parte del camino principal. La lluvia nos moja nuevamente. “En estas tierras el agua abunda, pero es muy difícil y costoso llevarla hasta las casas”, reflexiona Angel.

Para Ricaurte, la lucha de las comunidades indígenas y rurales para acceder al agua ha sido muy dura. “Dependemos mucho de recursos y de la tecnología. El agua hay que buscarla cada vez más lejos y la plata se pierde en los malos manejos de políticos y contratistas”. Sin embargo, las comunidades no cesan en su esfuerzo por tener agua en sus casas. Los acueductos comunitarios son un digno testigo de esa lucha.

Dejamos la tierra fría y regresamos a la tierra templada por el antiguo camino de herradura, hoy abandonado por el uso de la nueva trocha. Al fondo, el paisaje nos cautiva. Es el sitio donde el Río Quichaya se une al Ovejas, en medio de un laberinto vertiginoso de rocas y pendientes. “Son espacios del agua adonde no puede bajar la gente”.

Son las cuatro de la tarde cuando llegamos nuevamente al Guaico. Evaluamos el recorrido; tenemos la certeza y el conocimiento después de caminar el territorio. Pero los más importante, es que tenemos la palabra y un acuerdo comunitario.

La garza negra descansa en las ramas de un drago mientras nos observa.  Hace apenas unos pocos años no había garzas negras en estas tierras, solo se veían en tierra caliente.

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