Osvaldo León

ALAI AMLATINA, 19/11/2015.-   Hace 10 años, los días 4 y 5 de noviembre, la ciudad de Mar del Plata, Argentina, es escenario de la IV Cumbre de las Américas, donde fenece el proyecto estratégico más elaborado de Estados Unidos para asegurar su control hegemónico en el continente, bajo la denominación de Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

El proyecto del ALCA se oficializa en la 1ª Cumbre de las Américas que tiene lugar en Miami (diciembre 1994), como secuencia de la “Iniciativa de las Américas” impulsada por el presidente George Bush (padre) desde 1991 para renovar el “panamericanismo” de la Doctrina Monroe, formulada para preservar el dominio hemisférico de los Estados Unidos.

Aunque se lo presenta como un virtuoso esquema de integración comercial, su propósito claramente apunta a establecer un marco jurídico para proteger las políticas de liberalización, la apertura al comercio e inversiones extranjeras, y la consecuente desregularización del Estado, según los cánones neoliberales prescritos por el llamado “Consenso de Washington”.

«Nuestro objetivo con el ALCA es garantizar a las empresas norteamericanas, el control de un territorio que va del polo Ártico hasta la Antártida, libre acceso, sin ningún obstáculo o dificultad, para nuestros productos, servicios, tecnología y capitales a un mercado único de más de 800 millones de personas, con una renta total superior a los 11 billones de dólares «, reconoció sin tapujos el ex-Secretario de Estado estadounidense, General Colin Powell, en una comparecencia ante el Congreso de su país en 2001.

Como anotaba la investigadora canadiense Maude Barlow[1], “desde el principio, las grandes empresas y sus asociaciones y grupos de cabildeo han sido parte integral del proceso.  En Estados Unidos, una variedad de comités empresariales asesoran a los negociadores de ese país y, bajo un sistema de comité de asesoría comercial, más de 500 representantes empresariales cuentan con autorización de seguridad suficiente y acceso a los documentos de negociación del ALCA.  En la reunión ministerial celebrada en Toronto en noviembre de 1999, los ministros de comercio de las Américas acordaron implementar 20 ‘medidas de facilitación comercial’, en el lapso máximo de un año, a fin de agilizar la integración aduanera”.

Si bien tiene como sustento el Tratado de Libre Comercio de América del Norte –suscrito por Canadá, Estados Unidos y México– que entró en vigencia el 1º de enero de 1994, el ALCA va más allá pues introduce todas las disciplinas del acuerdo de servicios propuesto por la Organización Mundial del Comercio (OMC), como también “nuevas disposiciones en políticas de competencia, compras del sector público, acceso a mercados y solución de controversias que, junto con la inclusión de servicios e inversiones, podría socavar la habilidad de todos los gobiernos de las Américas para crear y mantener leyes, normas y reglamentos destinados a proteger la salud, seguridad y bienestar de los ciudadanos y del medio ambiente que comparten.  Además, los negociadores del ALCA parecen haber decidido emular a la OMC en vez del TLCAN en áreas clave de normalización y solución de controversias, donde las reglas de la OMC son más rigurosas… (y) una vez más, al igual que en acuerdos anteriores como el TLCAN o la OMC, este tratado de libre comercio no contendrá en el texto principal ninguna garantía que proteja a los trabajadores, derechos humanos, seguridad social o normas sanitarias y ambientales”[2].

El curso de las negociaciones

Para las negociaciones de este Acuerdo, con la participación de 34 de los 35 países del continente, por la exclusión de Cuba, se conforman nueve mesas o comisiones gubernamentales que cubren los siguientes temas: agricultura, compras del sector público, inversiones, acceso libre a mercados, subsidios, servicios, derecho y propiedad intelectual, política de competencia, y tribunal de controversias.  Por cierto, con apoyo de un comité tripartito integrado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe (CEPAL).

Sin embargo, la iniciativa inicialmente no despega hasta la realización de la II Cumbre de las Américas, que tiene lugar en Santiago de Chile en abril de 1998, donde se establece un Comité de Negociaciones Comerciales (CNC), integrado por los viceministros de comercio de cada país.  Y para reimpulsarla, en abril de 2001 se lleva a cabo la III Cumbre en la ciudad de Quebec (Canadá), que dispone que el ALCA entre en vigencia el 1º de enero de 2005.  Para entonces, salvo el presidente venezolano Hugo Chávez, los demás gobernantes se inclinaban a los dictados de Washington.

De hecho, las perspectivas señaladas en esta III Cumbre poco a poco se diluyen.  No prospera la intención de limar el documento borrador en la reunión ministerial que tiene lugar en Quito, Ecuador (octubre 2002); y, luego, cuando se tenía previsto sancionar tal documento, las negociaciones se estancan en la ronda ministerial de Miami (noviembre 2003), donde se hace evidente la nueva correlación de fuerzas a nivel regional.

Para evitar el colapso, EE.UU. modera sus objetivos y propone lo que se dio en llamar “ALCA light” o “a la carta”, que entre otros puntos contempla que los países involucrados en las negociaciones quedan liberados para intentar alcanzar acuerdos bilaterales o multilaterales.  Pero, finalmente, el barco del ALCA naufraga en la IV Cumbre de las Américas, en el balneario argentino de Mar del Plata, ante la actitud firme de Venezuela y los países de Mercosur, y el liderazgo compartido de Hugo Chávez, Ignacio Lula da Silva y Néstor Kirchner.

La Campaña Continental

En este proceso gravitan dos factores fundamentales: la amplia movilización popular y, gracias a ésta, la reconfiguración del escenario político con la llegada de gobiernos que rescatan en sus programas la soberanía.

Como contrapunto a la cumbre presidencial realizada en Chile (1998), en paralelo se instala la I Cumbre de los Pueblos con la participación de una amplia gama de organizaciones sociales, que da sustento a la conformación de la Alianza Social Continental (ASC).  Un espacio de convergencia para contribuir a la coordinación de acciones y la formulación de propuestas.  Tan es así que, para contrarrestar el discurso oficial imperante, elabora un documento programático clave: “Alternativas para las Américas” (2002).

“Los poderosos quieren un tratado comercial para favorecer los intereses de las grandes corporaciones.  Los movimientos sociales queremos un tratado de integración para promover el desarrollo de todos nuestros pueblos.  En este sentido, este cuaderno pretende ser una contribución a la divulgación de ideas, argumentos y propuestas para reforzar la tarea de todos los que militan en la Campaña Continental contra el ALCA”, señala ASC en la presentación de este documento.

Por la dimensión del desafió, la Campaña Continental Contra el ALCA se articula sobre la base de una amplia convergencia de redes y coordinaciones sociales y otros sectores ciudadanos, incluyendo núcleos empresariales, para convertirse en la iniciativa impulsada por los movimientos sociales de la región de mayor trascendencia, tanto por sus logros, como por el carácter inédito de su desarrollo y de sus mecanismos de articulación en tanto “campaña de campañas”.

Esta campaña irrumpe el 4 de febrero de 2002, en el marco del II Foro Social Mundial (FSM) en Porto Alegre, cuando parecía inevitable la suscripción del ALCA, asumiéndose como un proceso para articular fuerzas y acciones contrarias a tal proyecto, y para proponer la construcción de nuevos caminos de integración continental basados en la democracia, la igualdad, la solidaridad, el respeto al medio ambiente y a los derechos humanos.

Como prioridades se establece la conformación de comités o plataformas nacionales, la implementación de consultas nacionales, el monitoreo, seguimiento y vigilancia de las negociaciones; la realización de campañas sobre puntos específicos contemplados en el ALCA, la articulación con otras campañas afines (deuda, militarización, etc.), el fortalecimiento de los mecanismos de comunicación y divulgación, entre otras.  A partir de estas orientaciones comunes, a cada país le corresponde darle forma en consonancia con sus particularidades y dinámicas locales, respetando las iniciativas propias de las organizaciones y entidades involucradas.

En este proceso de construcción, desde 2001 se abre en La Habana un espacio de intercambio con los Encuentros Hemisféricos de lucha contra el ALCA, para avanzar en la reflexión conjunta, teniendo como punto de referencia el documento “Alternativas para las Américas”, y en la definición de compromisos y agendas.  A partir de estos aportes, Hugo Chávez lanza la propuesta del ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas)[3], que se formaliza en diciembre 2004 con un acuerdo suscrito con Fidel Castro.

La construcción de los SÍ

Con el enorme «trabajo de hormigas» que despliega en el curso de esos años, a través de reuniones, talleres, encuentros, producción de materiales, etc., la Campaña logra desarrollar una gran capacidad de movilización social, que es gravitante para que en enero 2005 no se suscriba el ALCA como previamente había establecido Washington.  Pero también consigue articular una pauta común propositiva.

En un balance de la III Cumbre de los Pueblos, el capítulo argentino, precisamente, destaca que ésta “fue un espacio para avanzar en la construcción de los SÍ, más allá de los NO al ALCA, la Deuda, la Militarización y la Pobreza”[4]. Para a renglón seguido precisar:

“SÍ a la integración desde los pueblos y para los pueblos, a una alternativa a los Tratados de Libre Comercio, a una integración desde la diversidad respetuosa de las diferencias que fortalece las identidades y recoge la sabiduría de los pueblos originarios.

“SÍ a la anulación y repudio de la Deuda Externa que es ilegítima, injusta e impagable.  Asumiéndonos como los verdaderos acreedores de una deuda histórica, social y ecológica.  La mal llamada deuda externa se sigue pagando a costa de los más empobrecidos.

“SÍ a la soberanía y la paz, frente a la militarización, la guerra y la represión, en rechazo a la impunidad y a la ocupación militar norteamericana y también a la presencia de tropas extranjeras en la hermana república de Haití.

“SÍ a la distribución equitativa de la riqueza.  Ningún hogar pobre en América, trabajo digno y justicia social como único camino para avanzar en la erradicación de la pobreza y exclusión”.

En este mes de celebraciones de aquellas jornadas históricas, La Habana nuevamente será escenario de un nuevo Encuentro Hemisférico (20-22 noviembre), convocado por el Capítulo cubano de la Articulación de Movimientos Sociales hacia el ALBA, para “evaluar el período de estos diez años y las principales zonas de contraofensiva del imperialismo, el capital y la derecha en la región” y, a la vez, “replantear estrategias de actuación articulada que nos permitan fortalecer la integración de los pueblos, la movilización, luchas, resistencias y la incidencia en los procesos y organismos regionales de integración”, entre otros propósitos.

Notas:
[1] Maude Barlow, El ALCA y la amenaza para los programas sociales http://www.alainet.org/es/active/1637
[2] Idem
[3] Esta plataforma de integración, que hoy se reconoce como ALBA-TCP (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América y Tratado de Comercio de los Pueblos) tiene como ejes: la solidaridad, la complementaridad, la justicia y la cooperación.  Actualmente está integrada por 11 países miembros.
[4] “Lo que fue y lo que no fue la Cumbre de los Pueblos”, Construyendo Alternativas, IIIª Cumbre de los Pueblos de América, Autoconvocatoria NO al ALCA, Buenos Aires, 2005.

* Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 509 (noviembre 2015), con el título «A 10 años de la derrota del ALCA» – http://www.alainet.org/es/revistas/509

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