En el norte del Cauca, cientos de nasas han ocupado 2.000 hectáreas en fincas y tumbado unas 1.000 hectáreas de caña de azúcar en un proceso que busca recuperar espacio, salud y dignidad para pueblos cada vez más arrinconados en tierras altas e improductivas.

“La familia crece, los hijos crecen… la tierra no crece y así no podemos vivir”. Este comunero del pueblo Nasa tiene 52 años y desde que tiene memoria la vida ha sido una lucha contra el despojo y contra la represión. “Ya cuando era muchacho traían por acá a mucho ejército. Ahora no es diferente”. Este comunero no tendrá nombre en esta historia -porque tener nombre le puede costar la vida- pero lo que sí tiene hoy es una alegría inmensa porque, junto a otras compañeras y compañeros- hoy está recogiendo la primera cosecha de frijoles en lo que los Nasa de Corinto denominan como “el Punto 3 de Liberación de la Madre Tierra”.

El punto 3 parece un campamento… es un campamento… una sucesión de caletas montadas bajo plástico grueso negro que a diferentes alturas conforman un irregular pasillo que conduce a la cocina comunitaria donde hoy se encuentra el retén de resistencia -“de liberadores”, dirían ellos-. Unos metros más allá, un ternero bajo la sombra del maíz y, en la cocina, un hombre, dos mujeres y dos niños van rasgando las vainas del frijol para comprobar que la vida vuelve a tener simiente en esta tierra tan agitada por la caña. “La caña no deja que mucho crezca pero ya la tierra se va recuperando y poco a poco va dando”. Este comunero va arrancando las matas de frijol de esta tierra “liberada” desde hace algo más de dos años. Fue el 14 de diciembre de 2014 que un grupo de Nasa se tomó esta finca de La García. “De 2005 a 2014 fue tiempo perdido, de que el Gobierno nos engañara, pero ahora vamos pasito, sin prisa, el proceso va a ser largo”, explica otro miembro del “Proceso de liberación de la madre tierra”, de la Uma Kiwe.

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“Esperamos, aprendimos, volvimos. Al perro no lo capan dos veces. El 14 de diciembre de 2014 un grupo de comuneros y comuneras, sin más título que 476 años de andar arisco y miles de años de memoria silvestre, entramos en cuatro fincas, dos de ellas de Incauca, del magnate que moja unos cuantos renglones en Forbes, la revista donde aparecen los más ricos del mundo, o sea, los que más despojan.

Y así es como llegamos a este cruce de caminos de la historia: Cansadas de recibir coscorrones, ultrajes, basura, migajas somos las comunidades del pueblo nasa que nos paramos frente a Goliat y le largamos una pedrada en la frente. Por primera vez desde la Conquista pasamos a la ofensiva. Y con una honda hecha por nosotros mismos”.

Libertad y alegría con Uma Kiwe. Palabra del proceso
de liberación de la Madre Tierra

Después de La García vino Quebrada Seca, y Miraflores, y Caucana, y Cultivos, y La Albania, y, por supuesto, La Emperatriz, la finca con más carga simbólica y donde el ESMAD se ha enfrentado a la terquedad innombrable dejando heridas y mitos, la última vez en octubre de 2016. Ahora se espera otra intervención.

Quizá por eso, este pasado 31 de diciembre, en el campamento levantado cada vez que ha sido tumbado, el “año viejo” fue un muñeco del ESMAD. “…Y no quería arder… hasta la una de la mañana fue que se quemó”, cuenta una de las mujeres que hace turno en esta trinchera sin hueco. La Emperatriz no es la finca más grande ni la más importante del eje de caña de azúcar que hace homogéneo el camino entre Caloto y Corinto pero tiene mucha carga simbólica para los Nasa, que recuerdan, a quien quiera escuchar, cómo fue en ‘La Empera‘ donde se planeó la masacre de El Nilo. Allí, en otra finca ocupada por los indígenas, fue donde el 16 de diciembre de 1991 masacraron a 20 Nasa. No hay olvido en estas tierras de masacres sucedidas de negociaciones con la institucionalidad y de previsibles incumplimientos del Gobierno. “Con el Gobierno ya ni para negociar”, insiste la mujer que calienta un café para los que se han quedado en este punto de liberación. El resto están de minga en la finca Vistahermosa.

“La tarde cayendo. Cantos de fiesta y funeral loma arriba. Dentro del ataúd, un compañero. Silbos de pájaros, voces de animalitos en el monte, en el suelo, debajo del suelo. Llantos o risas en los rostros. Dolor y rabia en el corazón. Los bastones de mando empuñados: rebeldes, invencibles. Los nasas jamás serán vencidos.

En medio de los cantos, las risas, los abrazos, los sollozos, las voces, la rabia contenida, la rebeldía palpitante en nuestras venas…, en medio de todo, su cuerpo retornó al seno de la Madre Tierra. Le habían disparado para que cayera y murió de pie. Le habían disparado para silenciarlo, para oscurecerlo. Los espíritus no duermen: desde lo alto de la loma de El Pílamo hoy alumbra el caminar del pueblo nasa. ¿Lo recuerdan? Guillermo Paví Ramos, indio nasa, joven de 19 años, rebelde, frentero, asesinado el 11 de abril de 2015 por las fuerzas armadas del Estado colombiano [en la finca La Emperatriz]; cuál fuerza pública: vigilancia privada de los amos del mundo”.

Libertad y alegría con Uma Kiwe.  Palabra del proceso de liberación de la Madre Tierra

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Hay aviso de desalojo policial. Uno para ‘La Empera’ y otro para los tres “puntos de liberación” de Corinto. No parecen muy preocupados los 75 hombres y mujeres nasa que repelan este arroz y estas lentejas. El rumoroso silencio se rompe cada poco por una broma, un saludo. A veces, por la rasgada irrupción de uno de los radios de comunicación que conecta a la tupida red de guardia indígena que vela por estos procesos. La minga ha terminado antes de lo que pensaban. “Es que había poca semilla, hermano”. Una arroba de semilla de maíz que ha dado para sembrar algo más de dos hectáreas que previamente, han sido liberadas de caña en la finca Vistahermosa, la última en ser ocupada-liberada en la también simbólica fecha del 12 de octubre de 2016.

El proceso ha sido similar en cada una de las 9 fincas “liberadas”. Se elige una que esté cerca de resguardo -por razones de seguridad y de apoyo-; se tumba la caña que “mata la tierra”, y si no se puede tumbar o quemar entonces se corta el suministro de agua a la finca para que la caña muera de sed o se anima a las vacas a que hagan trizas los cultivos; después se planta maíz o zapallo -lo que se coseche rápido-, y luego se resiste en el territorio para demostrar que esa tierra de monocultivo para beneficio, normalmente, de Incauca -“el mega ingenio de Carlos Ardila Lülle, que lo compra o arrienda casi todo por acá”- puede ser un territorio de vida para los nasa que sobreviven apeñuscados en muy poca tierra.

“Las comunidades del pueblo nasa del norte del Cauca somos 111.642 habitantes, agrupados en 24.119 familias, en 20 territorios indígenas. Si de tierra hablamos, contamos con 206.288 hectáreas. De estas tierras, el 82% (169.156 hectáreas) sirven para dejar crecer el monte y los animalitos nomás. Solo el 18% (37.132 hectáreas) son aptas para actividades agropecuarias. Como vivimos arrinconados contra las peñas nosotros mismos nos vemos empujados a golpear la Madre Tierra cerca de los ojos de agua, las cuencas, los páramos y los sitios sagrados. La falta de tierra es el dolor de cabeza de Uma Kiwe. Traducción: el escaso acceso a la tierra desequilibra los ecosistemas y genera crisis múltiples en el Planeta Tierra.

La mayor parte de la tierra plana del norte del Cauca está sembrada de caña, unas 250.000 hectáreas en la región, para producción de azúcar y agrocombustibles. Los ingenios azucareros consumen 25 millones de litros de agua por segundo, tomados de los ríos, quebradas y de 2.000 pozos profundos”.

Libertad y alegría con Uma Kiwe. Palabra del proceso
de liberación de la Madre Tierra

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Vistahermosa está en el valle y la vista -muy hermosa- se logra subiendo a tierras del resguardo López Adentro. En el uniforme mar de caña de azúcar ya se ven manchas de vida heterogéneas. “El 29 de noviembre pasado nos fumigaron con glifosato el cultivo de maíz mientras dizque estábamos negociando con los propietarios… se salvó algo de maíz y con eso nos comimos nuestros envueltos de chocolo”, relata uno de los líderes de este punto de liberación. “Ahora hemos sembrado otra vez y ojalá en tres meses, y si no hay avioneta de nuevo, tengamos cosecha”. Este hombre tampoco tiene nombre para este texto, aunque sí tiene planes: “Este 2017 va a ser de mucho trabajo en minga y ojalá que podamos tener tres o cuatro puntos liberados nuevos”.

Su plan es el plan: seguir sumando hectáreas liberadas para que un día, dentro de muchas cosechas de chocolo, se pueda negociar con el gobierno “una sola cosa”. “Hasta ahora el Gobierno ha incumplido todos los acuerdos que ha firmado con el pueblo Nasa. Esta vez vamos a querer una sola cosa, la incorporación de estas tierras, que son nuestras, a los resguardos. Nada más pero nada menos”.

“Nuestros ancestros indígenas vivían en la zona plana del norte del Cauca, en pequeñas parcelas y ranchos de paja donde cultivaban plátano, yuca, coca, frutas y especies menores, especialmente gallinas. No sabían leer ni escribir y tampoco hablaban el castellano y, desafortunadamente, no tenían papeles que les certificaran la propiedad individual o colectiva de las tierras de la zona plana. Luego llegó un señor blanco llamado Manuel María Olano, quien había sacado escritura pública en la ciudad de Cali de una gran finca cuyos linderos arrancaban en el cruce del río Güengüé y el río Paila en Puerto tejada, subía hasta el páramo, lo cruzaba hasta llegar al nacimiento del Paila, bajaba por todo su cauce, pasaba por el casco urbano de Corinto y se encontraba nuevamente hasta el cruce de los dos ríos”

Mayor Luis Alberto Fiscué (2015). Libro negro de la Libertad de la Madre Tierra

Este lunes hay minga en los puntos de resistencia de Corinto, se espera un inminente desalojo. Comuneros y comuneras de otras zonas, de otros resguardos, se desplazarán a acompañar la liberación (tumbar caña, limpiar tierra, preparar para el sembrado) y, si es necesario, a “resistir a punta de machete y palo” al ESMAD porque, “hasta que no se apague el sol, no nos vamos de acá”, explica un nasa en el punto 3 de liberación de Corinto.

Allí suele llegar “a bala”, ‘El Mono’, Álvaro José Saa, el propietario de García Arriba, la finca donde está el punto 3. “Ha contratado a hombres armados y solía venir a bala hasta noviembre. Antes le teníamos miedo, ahora es él el que nos teme”, se ríe al contar el cambio de escenario uno de los resistentes que lleva dos años en esta finca. El diario El País de Cali, ha contado varias veces este proceso pero ha sacado otras conclusiones: “Indígenas del Cauca atacan a empresario para obligarlo a vender su finca”, titulaba en 2015 y un año después iba más allá al asegurar que “Indígenas destruyen hacienda de empresario en Corinto”, para contar una destrucción que se resumió en caña tumbada y daños en la casa del “mayordomo”. Luego, el ESMAD hizo su tarea habitual y desalojó la finca a plomo y gases. Esa noticia se resumió en un parrafito al final del drama empresarial.

Uno de los miembros de la comisión política del Proceso de Liberación de la Madre Tierra explica que el concepto de propiedad privada o de seguridad jurídica que pasea el Estado no les sirve porque “estas tierras han sido usurpadas poco a poco pero especialmente desde la República y durante los años de La Violencia”. “El Gobierno habla todo el tiempo de legalidad pero sólo nos la aplica a nosotros, no a sus acuerdos incumplidos”, recuerda otro comunero.

El Proceso de Liberación de la Madre Tierra no es bien visto por todos los Nasa y encuentra algunas resistencias, incluso, en algunos consejeros de las organizaciones políticas de la región, como en la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN). La apuesta es fuerte y juega al margen de los ritmos políticos que marca Bogotá o Popayán. “A nosotros, por ejemplo, lo de la paz no nos afecta, en todo caso para mal, porque nuestros problemas son estructurales”, narra otro líder nasa del proceso liberador, “nuestros enemigos son los terratenientes, nuestro problema no son los actores armados sino la falta de tierra para nuestros hijos y nuestros nietos”.

En su declaración política (descargue la declaración Libertad y alegría con Uma kiwe), consensuada entre comuneros y armonizada en demorados rituales con los ancestros, los “liberadores” apuntan a las raíces de su lucha, más profundas, que las de la perniciosa caña: “Goliat no ha caído, sigue en pie. Apenas se tambalea. La sorpresa del ataque lo ha dejado entumido y en el silencio y la quietud mastica su odio infinito, la trama de lo que vendrá como venganza y reprimenda. Que partan al Cauca en dos, dijo una de sus voceras, una para los indios y otra para los buenos. Que acaben con los indios, el gran estorbo, dicen muchos. Este Goliat es uno y muchos al tiempo. Es Incauca y el resto de ingenios, es el establecimiento, el poder económico y político de Colombia; es el aparato militar y paramilitar; es el sistema financiero colombiano y mundial. Es la sociedad patriarcal. Todo lo mismo, todo el pretendido único pensamiento que hoy aplasta al mundo. Viene desde la primera arremetida, la Conquista. Nuestra pelea sigue siendo contra los conquistadores de nuestras tierras. Goliat sigue en pie y se va a defender como un animal herido. Porque herido está. Y con odio, y con desprecio y asco por nosotros”.

En Miraflores Arriba, muy cerca de uno de los puntos de resistencia de los Nasa, el alcalde ha pagado un elegante cartel sin firma que reza: “Aquí respetamos la propiedad privada. No al resguardo indígena“. La hidra tiene muchas cabezas y busca que el enfrentamiento entre campesinos afro e indígenas logre lo que el ESMAD no ha conseguido.

Un poco más abajo, en medio de un campo ya desuniformado de caña, crece un cultivo sembrado en espiral hace unos meses… entre matas de frijol y alguna de maíz brota la Pacunga…. “señal de que la tierra vuelve a tener vida”. La alegría de los comuneros cuando sienten a estas tierras respirar de otra forma no parece tener que ver con la propiedad ‘legal’ de la tierra.

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